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Al mismo tiempo, enormes sonidos de estruendo resonaban en la Novena Montaña. Toda la montaña tembló como una voluntad despertada, extendiéndose para llenar toda la Novena Montaña y el Mar.
Un enorme ojo apareció sobre la Novena Montaña, que parecía arder con fuego de rabia. Sin embargo, las llamas pronto se apagaron, y dentro de la pupila del ojo, la imagen de un anciano se hizo visible. Estaba sentado con las piernas cruzadas, con una expresión sombría en su rostro. Después de un momento, sin embargo, de repente empezó a reírse.
—No estoy seguro de si debo agradecerle u odiarle... —murmuró el viejo.