¡Qué tragedia! Se suponía que eso era una celebración.
La enorme sonrisa en su rostro fue rápidamente reemplazada por un puchero deprimido. Sus ojos se agrandaron y sus mejillas se hincharon. mientras miraba a Zhang Yang con ojos de cachorrito.
—No, no lo hagas. Sabes que no te lo voy a dar —dijo Zhang Yang, rechazándola antes de que tenga oportunidad de hablar. Sabía que la niñata quería que le ceda su turno.
—¡Guaaaa! —gimoteó. Wei Yan Er se retiró a una esquina, sollozando. Tal vez, realmente había aprendido su lección. Tal vez, su maldición había sido tan poderosa que rebotó sobre ella.
Zhang Yang se acercó al osito y le arrojó sus riendas.
—¡Yii! —chilló el osito, mostrando su pequeña lengua rosada. Sus preciosos ojos redondos eran hipnotizantes. Esos sí que eran ojitos de cachorro.
1%, 3%, 5%...