Los dolores de cabeza nunca eran placenteros.
Zhang Yang finalmente se despertó, pero todo su cuerpo estaba duro como un pedazo de madera. Era como si hubiera peleado con cientos de personas y lo golpearon tanto que ni siquiera podía sentir su cuerpo. Su cabeza parecía haber explotado desde adentro. Abrió sus ojos un poco y rápidamente los volvió a cerrar por la deslumbrante luz del día.
—Demonios, ¿cuánto bebí?
Zhang Yang sólo podía quedarse quieto en la cama, a merced de su cuerpo catatónico.
—Demonios, ¿cómo bebí tanto anoche? Esto es tortuoso, tengo que dejar de hacerlo.