—No llore aún, señora, haré lo mejor que pueda.
—Dra. Huo, cuento con usted para esto. No podemos perderla... —dijo con el rostro pálido el padre de la jovencita.
—Lo haré, no se preocupen.
Mientras hablaban, Huo Mian pasó junto a ellos y subió al techo.
El invierno en el norte de Huaxia era extremadamente frío y los fuertes vientos lastimaban tu rostro. La sensación era realmente incómoda.
Huo Mian aún vestía aquel pequeño saco, ya que no había tenido la oportunidad de cambiarse, y solo una bata blanca de laboratorio muy fina sobre él. En cuanto subió al techo, el viento enredó todo su cabello.
—Yuning —dijo suavemente. La jovencita oyó su llamado y se volteó con una expresión diferente.
—Hermana Huo.
—Yuning, ¿qué estás haciendo aquí arriba? Baja de ahí —dijo Huo Mian mientras miraba a la jovencita parada justo en el borde del techo. Era tan delgada que parecía poder caerse con solo una brisa.