—Bueno, ¿puedes explicarnos las reglas, Lingling? —Huo Mian no solía ver tan feliz a Zhu Lingling, por lo que estaba decidida a seguirle la corriente.
—Primero, les diré la apuesta. El que pierda tendrá que poner mil yuanes sobre la mesa y el ganador se lo llevará todo, ¿está bien?
—Obviamente intentas engañarnos por dinero, niña... —Huo Mian se echó a reír.
—Sip, es exactamente lo que estoy haciendo... Entonces, ¿tienen las agallas para jugar?
—Yo sí.
—Lo haremos.
Huo Mian y Jiang Xiaowei conocían muy bien a Zhu Lingling, por lo que aceptaron su apuesta incluso antes de que explicara las reglas...
—Señorita Zhu Lingling, usted es amable y hermosa, ¿puede decirnos ahora las reglas del juego? —preguntó ansioso Gao Ran.
—Las reglas del juego son sencillas, haremos chistes —Zhu Lingling finalmente reveló su plan.
—¿Chistes? ¿Cómo es ese un juego de coeficiente intelectual? —Gao Ran estaba perplejo.