Huo Mian corrió hacia el auto de Qin Chu, abrazándolo ni bien se bajó. Lo apretó fuerte.
—Tu auto estaba justo detrás del mío, ¿por qué no lo vi? ¿Estabas en modo sigiloso? —preguntó Huo Mian. Solo frente a Qin Chu revelaba ese lado aniñado. Qin Chu pellizcó su mejilla.
—Entré por otra avenida. Fui a Ciudad D esta tarde y vine desde allí.
—Con razón.
Debido a que Huo Mian estaba exhausta cuando salió del trabajo, no se molestó en cambiarse, y aún traía su bata blanca de laboratorio. Olía a formol, y luego de abrazar a Qin Chu, su camiseta había quedado impregnada del olor.
—Cariño, ¿cuán dedicada eres? Has regresado oliendo a formol.
—¿Qué? ¿No te gusta? —preguntó Huo Mian, de manera amenazante, pero en broma.
—No, me gusta mucho.
—Así me gusta.