—No te contraté para chismear sobre mi vida privada.
—Sí, sí, sí, lo comprendo, jefe. Já, lo que quise decir es que necesito saber qué ocurrió para aconsejarle. Tengo experiencia en estas cosas. Cortejé a mi esposa por tres años antes de que accediera a salir conmigo, salimos por dos años, y luego, después de conocernos por cinco años, nos casamos. Mi esposa es una mujer increíblemente única, y gracias a eso, me he hecho bueno en hacerla feliz —dijo Yang con una sonrisa.
—Dime qué harías.
—Compraría flores. Le compraría 99 rosas rojas y haría que las entreguen en su trabajo.
—Cliché—dijo Qin Chu fríamente.
—Cómprele regalos, regalos caros, anillos de diamantes, cosas así. Las chicas usualmente aman ese tipo de cosas.
—Ella no.
Qin Chu conocía a Huo Mian demasiado bien: a ella no le importaban los bienes materiales.