—Apresúrate y vete de aquí—dijo Huo Mian, en pánico, al dar un vistazo entre sus dedos y notar que Qin Chu no tenía intención de marcharse.
—Estás caminando desnuda en el pasillo a plena luz del día. ¿Estás segura que no intentas seducirme? —dijo Qin Chu riendo, sin mover sus ojos de su cuerpo por siquiera un segundo.
—No sabía que estabas en casa. ¿Cómo podría saber que estarías aquí a esta hora? ¿Qué no tienes trabajo? —dijo con enfado Huo Mian, mientas apuntaba a Qin Chu, su cara roja de la rabia.
Qin Chu continuó en silencio mientras sus ojos seguían sus carnosas curvas de arriba abajo.
—¡Pervertido!
Huo Mian se sentía completamente expuesta. Empujó a Qin Chu y corrió hacia su habitación.
—Oh vamos señorita Qin, legalmente soy tu esposo ¿no es cierto? —murmuró a sí mismo Qin Chu aun el pasillo.
En la habitación.