El mundo de una diosa solo podía mirarse desde lejos y nunca contaminarse.
Dentro del mundo de los juguetones estudiantes de secundaria además de estudiar, ella no hizo nada más y nada más.
En ese momento, la diosa en los ojos de todos acababa de llegar a casa.
¡BOFETADA!
Justo cuando abrió la puerta, una bofetada aterrizó en su mejilla y una marca roja apareció en su piel clara.
Mo Ning no parecía sentir nada cuando sus ojos color melocotón miraron hacia arriba y miraron a la dama sombría sentada en una silla de ruedas.
Mo Shan.
"Madre." La llamó a modo de saludo.
"¿Por qué has vuelto tan tarde?"
Los ojos de Mo Shan eran fríos y los últimos dieciocho años no habían sido amables con ella. Su odio y el dolor de la inmovilidad la habían convertido por completo en una mujer de mediana edad amargada y de aspecto pálido.