(Orgullo y Prejuicio en la perspectiva del protagonista masculino)
Una mirada de absoluto desagrado cruzó por el rostro de Darcy.
—Las crían como conejos en Hertfordshire, ¡al menos cinco por familia! Tienen madres que parecen gatos atigrados, que no hacen otra cosa que dormitar en espera de que aparezca un caballero decente, para caerle encima y casarlo con una de sus hijas, mientras todas ellas retozan a su antojo por el campo, corriendo detrás de cualquier casaca roja.
—¿En Hertfordshire? —preguntó Brougham con asombro—. ¡No tenía ni idea de que fuera un lugar tan interesante!
—¡Interesante! —Darcy puso la copa sobre la mesa con tanta fuerza que el líquido se derramó y le empapó el volante del puño y la manga—. ¡Maldición! —Se alejó de la mesa enseguida, pero no antes de que un poco de brandy cayera sobre sus pantalones. La reacción de Darcy captó la atención de la criada de la taberna, que se apresuró a ayudarlo con un trapo, pero después de examinar de cerca a los clientes, también sacó un pañuelo limpio que le servía de adorno en el corpiño.