La certeza original del capitán Johnson se convirtió de repente en incertidumbre, lo que le hizo sentirse un poco molesto. Se dijo a sí mismo que no se pusiera nervioso mientras recorría la sala.
Su racionalidad le decía que nadie podía revivir a una persona de entre los muertos. El viejo Terry ya tenía muerte cerebral. Aunque le hubieran inyectado un suero genético, era imposible que sobreviviera. Por otro lado, había visto demasiado en el departamento especial y sabía lo fuertes que se habían vuelto esas personas tras ser inyectadas con el suero genético.
Una vez, su equipo había detenido a una mujer. Después de que le inyectaran un suero genético, se volvió extremadamente fuerte. Había visto con sus propios ojos que la mujer había levantado un objeto de 150 kilos con facilidad y lo había lanzado a la distancia...
Cuanto más aprendía sobre ello, más respetaba ese suero genético.