Karl se quedó allí, mirando al centro.
El cielo de Nueva York estaba gris y pesado. El cielo nublado parecía cubierto por una capa de gasa gris. Pero en este momento, ese clima era nostálgico a los ojos de Karl. Porque su hija estaba allí.
Mientras miraba fijamente, su teléfono sonó de repente.
Atendió la llamada y una voz salió del otro lado.
—¿No te vas a ir?
Karl se quedó en silencio un momento antes de decir: —¡Si me voy así, nunca podré volver!
La fuga de la cárcel se sumó a su delito. ¡Incluso podría ser asesinado durante la captura!
La otra parte se burló.
—No deberías haber vuelto en primer lugar. Sólo tienes que completar la misión y traer a esa gente de vuelta. ¿Por qué te entrometes? ¿Te has olvidado de tu caso de asesinato?
Una pizca de frialdad apareció en los ojos oscuros de Karl.
—Pero ahora, la verdad de mi asesinato ha sido revelada. No soy el asesino.