Viggo se despertó en su cama, con el sol de la mañana entrando por las ventanas y atravesando las cortinas. En su brazo derecho dormía Semiramis y en su brazo izquierdo Scheherezade. Ambas desnudas y con el cabello un poco alborotado.
Viggo abrió los ojos y se quedó mirando el techo, esperando a que ellas se despertaran. La piel suave de ambas era tan agradable al tacto que solo quedarse tendido, rodeado de ellas, era un placer. Viggo podía sentir el abultado vientre de Semiramis en sus costillas, de piel estirada y duro como una sandia. Aquel pequeño en el interior pateaba sin parar. Viggo sonrió al sentir el movimiento y se preguntó ¿Cuánto faltaba para que naciera? Uno o dos meses cuando mucho, pensó.
Scheherezade fue la primera en despertarse, soltó un bostezo y se apegó a Viggo, entrelazando su pierna con la de él -buenos días, querido- dijo
-Buenos días- respondió Viggo, agacho su rostro hacia el lado, ella acercó su rostro y compartieron pequeños besos. Después se separaron y continuaron abrazados, pero sin intenciones de levantarse.
Al poco rato se despertó Semiramis. Ella paso sus manos por el cuerpo de Viggo y soltando una risita, como si disfrutara el tacto. Ella lo quiso abrazar y entrelazar su pierna con la de él, pero su prominente estómago se lo impidió. Ella abrió sus ojos negros como aceitunas y miró a Viggo. Él se agacho un poco, acercó sus labios y ella lo beso.
-¿Nos levantamos?- preguntó Viggo
-No quiero- respondió Semiramis en un tono mimado, oculto su rostro en el pecho de Viggo, aunque no lo pudo abrazar gracias a su abultado estómago.
-Tengo algo genial, algo que traje de Midgar- susurro Viggo de forma sugestiva
Ella abrió los ojos de inmediato, se destapo y se forzó a sentarse mientras soltaba un gruñido. Ya no era tan fácil moverse de forma instintiva. Todo tenía que planearlo y moverse en consecuencia para que su peso o estómago no le molestara. Ni que hablar de ir a lugares concurridos.
Viggo apoyo su mano en la espalda y la ayudo a sentarse en el borde de la cama. Scheherezade se levantó con rapidez y fue a buscar las ropas de Semiramis. Viggo se sentó al lado de Semiramis y la abrazo por el lado. Paso su mano por el estómago y sintió una leve patada.
-Despierto desde tan temprano- dijo Viggo con una sonrisa
-El cielo nos ampare- respondió Semiramis soltando un suspiro
-Eso, bueno, puede ser verdad- dijo Viggo -todavía recuerdo cuando Flora nos levantaba para que saliéramos a explorar la finca de la tía Deméter-
-Me lo imagino- dijo Semiramis, recordando a la muchacha de la larga trenza rubia.
-Vamos, te ayudaré- dijo Viggo, se puso de pie y le tendió ambas manos a Semiramis. Ella apoyo sus manos en las de él y él la ayudo a ponerse de pie.
Scheherezade trajo la ropa y entre ella y Viggo, ayudaron a vestirse a Semiramis. Después se vistieron Viggo y Scheherezade. Salieron los tres juntos al pasillo y fueron a una habitación vacía. Viggo llevaba en sus manos la Bolsa de la Abundancia.
Una vez que cerraron la puerta de la habitación vacía en el segundo piso, Viggo camino hasta el centro acompañado por Semiramis a su derecha y Scheherezade a su izquierdo. Viggo tomo la bolsa de cuero atada a su cintura y la volteó hacia abajo. Miró a Semiramis a su derecha y Scheherezade a su izquierda, para ver sus expresiones. Ambas se mantenían en apariencia tranquilas, pero sus ojos brillaban con anticipación. Viggo concentro su mente en la bolsa de cuero y empezó a caer una caudal de monedas de oro que no tenía fin. Se junto un montículo de un metro de altura en poco tiempo, donde también cayeron piedras preciosas, joyas, coronas y cetros.
-Espera, espera- dijo Semiramis, preocupada por las piedras preciosas, si se rallaban perderían su valor. Viggo contuvo el caudal de oro en la bolsa y Sermiramis junto a Scheherezade se acercaron al montículo para recoger las piedras preciosas.
Una vez que ellas recogieron todas las piedras, se alejaron y Semiramis dijo -continua-
Viggo continúo dejando que fluyera de la bolsa todo el oro que encontró en las bóvedas de los enanos que provenían de Niflheim, en el puesto de avanzada. El oro, las joyas y las piedras preciosas parecían no tener fin. Viggo fue moviéndose cada tres metros y dejando caer los tesoros uno detrás de otro hasta formar montículos de tesoros. Semiramis y Scheherezade tenía sus brazos llenos de piedras preciosas, así que Viggo se detuvo y metió la mano en la bolsa para encontrar algo especial que le regalo su padre la noche anterior. Kain dijo que como estaban las cosas, lo iba a necesitar antes de lo pensado. Sin embargo, Viggo no era de andar ocupando joyería y esas cosas en sus manos, con su estilo de combate, se romperían.
Viggo sacó un maravilloso anillo con una gran piedra preciosa de color azul. Los ojos de Semiramis y Scheherezade se llenaron de asombro al ver algo tan elegante. Solo equiparable a las mejores joyas que tenía Hera reservada para otras diosas que se podían permitir grandes lujos.
-Dame tu mano- dijo Viggo, sosteniendo el anillo en su mano derecha mientras tendía su mano izquierda. Sin embargo, Semiramis miró a Scheherezade, abrió su boca queriendo decir algunas cosas, pero Scheherezade conocía muy bien a Semiramis. Vivieron en el harem del príncipe de Persia, fueron expulsadas juntas, navegaron juntas, se enamoraron del mismo hombre y vinieron a vivir a una tierra desconocida. Era imposible que Scheherezade no conociera los anhelos de Semiramis.
-Solo acéptalo- dijo Scheherezade con una sonrisa
-Pero…- dijo Semiramis
-Solo no sigas los ejemplos de Hera. Puede que sea una mujer distinguida, pero a su vez, ella no tiene aliados, solo personas que le son útiles. No me gusta que te comportes como alguien que no eres. Ya eres lo suficientemente inteligente, no necesitas imitar las formas de nadie-
-También opino lo mismo- dijo Viggo. Semiramis lo miró y él continuo -desde mi punto de vista, mi peor momento fue cuando quise hacer las cosas como lo hacen los demás. Intentar ser o imitar a otros. Yo no soy los demás, tengo mis propias fortalezas y debilidades. Me fue mejor desarrollando mi fuerza cuando hice las cosas como las sé hacer, dejándome guiar por mi instinto-
Semiramis miró a ambos a los ojos y asintió -está bien- dijo -yo, solo quiero ser mejor-
-Como yo- dijo Viggo
-Como yo también- añadió Scheherezade -pero todos tenemos nuestra forma de hacer las cosas-
Semiramis mostro una pequeña sonrisa y soltó un suspiro, pensando en Hera, como hacia las cosas y como vivía. Al final, ella era la reina de los dioses, pero si no fuera por Kain y su familia, ella viviría sola en una torre. Dominando el mundo sin que nadie la pudiera alcanzar. Eso, en cierto sentido era triste.
Semiramis tendió su mano y Viggo acercó el anillo al dedo anular. Una vez puesto, ella retiro su mano y la levantó en el aire, admirando la joya y la exquisita piedra azul que coronaba su centro.
-Ahora trata de tocar las piedras preciosas y absorberlas dentro del anillo. Funciona similar a la Bolsa de la Abundancia-
Semiramis acercó su mano izquierda a las piedras preciosas sostenidas sobre su brazo derecha apegado a su pecho y las fue tocando con el dedo índice una a una. Todas ellas fueron adsorbidas en el anillo. Después se concentró y pudo ver que todas ellas flotaban en el espacio dimensional dentro del anillo.
-Esto increíblemente practico- dijo Semiramis
-Y que lo digas- respondió Viggo, se dio la vuelta y continúo dejando que fluyeran las riquezas de la bolsa de la abundancia. Viggo continúo formando montículos de tesoros hasta llenar la habitación.
-Creo que con esto tenemos lo necesario- dijo Semiramis con una sonrisa
-¿A qué te refieres?- preguntó Viggo
Semiramis miró a Scheherezade, ella asintió aprobando su idea. Si Scheherezade hubiera estado en contra jamás la hubiera mencionado. Ella era su contraparte que se preocupaba de que ambas pisaran en terreno seguro.
Semiramis miró a Viggo y dijo -hemos estado en conversaciones con la dama Hera. Por supuestos, Scheherezade y yo coincidimos que es una buena opción. Queremos formar una familia de aventureros-
Viggo torno los ojos al cielo evaluando las palabras de Sermiramis. Después miró a Semiramis y le dijo -que yo sepa, no puedo usar falna, tampoco me he vuelto un dios como para poder proveer de bendición a otras personas ¿Cómo lo piensas lograr?-
-La dama Hera recomendó a una diosa, alguien de su confianza y que aprueba completamente. Nosotras nos informamos, buscamos referencias de otros dioses y entendemos que es una buena opción. Al menos, hasta que tú te vuelvas un dios. En ese momento podemos empezar otra familia. Sin embargo, lo importante es hacerse un espacio en Orario y competir con las grandes familia-
-Yo no puedo recibir falna-
-Según los estatutos de la guild de aventureros. Todos los que presten apoyo, ya sea siendo aventureros o administrativos, son parte de la familia. Podría ser su capitán o instructor, preparar a los aventureros y tomar varios discípulos. Sin embargo, sin ti, no puede ser posible. Seríamos demasiado insignificantes y comenzaríamos a ver los retornos cuando estuviéramos ancianas-
-¿Crees que esta diosa acepte?- preguntó Viggo
-Sí, tengo los recursos, el conocimiento y los contactos. Solo hace falta formar una familia y un dios que provea la bendición. Con eso y el mejor aventurero de Orario, los aventureros prometedores llegaran por su propia cuenta-
-No soy el mejor aventurero- dijo Viggo -ni siquiera soy un aventurero. De vez en cuando me divierto con mis hermanos sumergiéndome en el calabozo, pero en cierto sentido no sé nada. Solo puedes contar conmigo para dos cosas, protección y entrenamiento. Puedo cazar algunos monstruos para ti, pero no sé de plantas, monstruos y objetos valiosos-
-Ahí es donde entra Hitomi. Ocupa su conocimiento y aprende todo lo que puedas- dijo Semiramis -será necesario para el futuro-
-¿Por qué siento que me ocultas cosas?-
-Confía en mí, Viggo. No lo hago solo por ti- dijo Semiramis pasando su mano por encima de su abultado vientre -lo hago por todos-