Hitomi, Edgar y Viggo se quedaron en la sala de reunión de la empresa de Semiramis. Viggo y Edgar estaban de pie, cerca de la puerta de salida mientras conversaban. Por otro lado, Hitomi estaba sentada frente a la mesa ovalada meditando en lo que había hecho mal.
Viggo le dio una breve mirada a Hitomi para ver si ella reaccionaba, pero no parecía poder superar su error en el corto tiempo. Así que Viggo miró a Edgar y le dijo —ve y busca un edificio en la región sur de Orario, que su arriendo no cueste más de un millón de valis mensuales—
Edgar asintió y le dijo —no se preocupe, sé dónde buscar— después le dio una mirada de Hitomi, pero al verla tan decaída, prefirió no despedirse. Miró a Viggo, hizo una reverencia como la mayoría de los nobles y se retiró.
Viggo volvió a mirar a Hitomi sentada frente a la gran mesa y camino hacia ella. Esta última noto que alguien se sentó a su lado y miró hacia arriba. Entonces su vista coincidió con la de Viggo, ella se quedó mirando esos ojos con el iris dorado. Se podía ver pequeños rayos dorados moviéndose de lado a lado. Hitomi tomo una profunda respiración y dijo —lo siento, en serio—
—Sí— dijo Viggo gesticulando una sonrisa comprensiva —lo has dicho como diez veces. Bueno, lo hecho, hecho está. No sacas nada de sentir pena y darle vueltas al asunto—
—No siento pena— respondió Hitomi con un tono de voz indignado —estoy furiosa, estoy molesta, estoy decepcionada. Pensé que la señora Semiramis era una mujer tolerante y que siempre me ayudaría cuando no entendiera sus pensamientos. Nunca pensé que me daría la espalda con tanta facilidad. Confié mal—
—Espera, espera, espera, yo creo que estás tomando esto de la manera equivocada—
—No, es lo justo, ella me humillo y yo le devolveré esta ofensa, ya vera, comprare su mugrosa empresa y la echare de Orario—
Viggo alzo las cejas en señal de asombro, nunca espero que una mujer pudiera odiar a otra con tanta facilidad —ok, espera, hablemos de esto— dijo —yo no quiero un campo de batalla en Orario—
Hitomi miró a Viggo y vio que él hablaba en serio. Ella agacho la mirada y asintió —entiendo— respondió —pero, yo no la perdonare, confiaba en ella, pensé que era mi amiga—
Viggo soltó un suspiro y se preguntó en qué momento un esclavo se vuelve amigo de su amo. Lo que sea, había que aclarar la situación —por ahora, hablemos con mi madre. Ella no se lleva bien con Semiramis, así que, si le dices que necesitas el dinero de los químicos para mejorar las armaduras por adelantado, te lo dará con mucho gusto—
—¿En serio?— preguntó
—Sí—
—Señor Viggo— dijo Hitomi poniéndose en pie
Viggo era alto y sentado le llegaba al pecho a Hitomi, todo estaría bien si ella no fuera tan dotada. Viggo cerró sus ojos para no incomodarla y se puso de pie. Él agacho su rostro y ella lo elevo para que sus ojos coincidieran.
—¿Sí?— preguntó Viggo
—Quiero ser reina de los dioses—
Viggo miró hacia un lado y se preguntó en qué momento llegaron a este tema. Él le había contado para que ella entendiera sus otros proyectos, pero nada más. Además, ella estaba enojada con él o algo así. Viggo pensó que seguramente sus pensamientos erróneos de una amistad con Semiramis le habían afectado.
Viggo tomo una profunda respiración, la invito a sentarse y Hitomi así lo hizo. Viggo también se sentó y respondió —Hitomi, no te puedo contar, pero ser rey de los dioses no es tan fácil. Dejemos ese tema a un lado, por favor—
—Pero, si no puedo ser reina de los dioses, la señora y yo jamás podremos estar al mismo nivel— respondió Hitomi como si realmente le preocupara
—Ok, ilumíname ¿Por qué quieres ser reina de los dioses?—
—Para poder pelear en igualdad de condiciones con la señora—
Viggo se llevó las manos a la cara y se restregó el rostro. Después tomo una profunda respiración y miró a Hitomi a la cara. Su cabello rojo caía como dos cascadas de seda a los lados de la cara mientras dos orejas puntiagudas de elfo se asomaban por los lados. Cejas gruesas y delineadas, ojos grandes con un iris azul, nariz respingada, labios delgados, un arco de cupido definido y una piel tan suave como la de un bebe. Todo acorde a los estándares de los elfos. Sin embargo, sus ojos llorosos la hacían ver lamentable.
Viggo tomo una profunda respiración y dijo —ok, hagamos esto, puedes competir con Semiramis, pero no quiero peleas de ningún tipo ¿Te parece?—
Hitomi asintió y dijo —sí, no tengo ningún problema, es solo una competición, pero quiero ser reina de los dioses, le prometo que haré mi mejor—
—Hitomi, ni siquiera a mis esposas le he prometido tal cosa. Más aun, no quiero que ninguna de ellas lo sea—
—¿Por qué?— preguntó Hitomi confundida
Viggo de nuevo se llevó las manos a la cara y se refregó el rostro. Una vez más miró a Hitomi y asintió —si te cuento esto, no debe saberlo nadie— Hitomi asintió en reiteradas ocasiones. Viggo hizo una mueca llena de incredulidad y esperó a que esta elfa no abriera la boca a la primera. Si esta noticia se sabía podía generar revuelo, pero lo más probable es que después sería ridiculizada. Viggo tomo una profunda respiración y continuo —al convertirme en rey de los dioses marca el tiempo final de los dioses en la tierra—
Hitomi abrió los ojos amplios en un gesto de incredulidad mientras su boca formaba "O" —pe, per, pero, eso es imposible— dijo —los dioses, ellos ¿Cómo podrían?—
—Por eso nadie lo sabe, porque es difícil de imaginarlo—
—¿Eso quiere decir que soy la única?— preguntó Hitomi con una amplia sonrisa
Viggo frunció el ceño y le dijo en un tono estricto —no es para alegrarse—
—Lo siento— dijo Hitomi agachando la mirada
Viggo soltó un suspiro y continuo —así que imagínate, yo, el rey de los dioses quedare solo en el mundo. Un rey de los dioses sin dioses a los que gobernar, bonito título ¿no?—
Hitomi entendió mejor el trasfondo de ese título, era casi una burla. Viggo era prácticamente un recadero que dejaron para que se hiciera cargo del desastre que quedara en el mundo. Quizá que peligros…Hitomi miró a Viggo, unió eso a los proyectos que quería realizar para fortalecer a la humanidad y sus ojos se llenaron de espanto.
—Señor Viggo ¿Eso quiere decir…?— preguntó Hitomi, pero Viggo le impidió seguir con la pregunta y acerco su mano derecha para taparle la boca.
—No lo digas, cuando sea imprescindible lo compartiré con otros. Ahora sería generar caos—
Hitomi asintió, Viggo aparto la mano de la boca de Hitomi y ella agacho la mirada. Ella siempre había pensado que Viggo era un tipo frívolo y bien parecido, pero ahora pensaba diferente. Ella miró a Viggo a la cara. Cabello rojo hasta los hombros, rostro cuadrado, ojos con un iris dorado, misteriosos y sobre todo peligrosos cuando notas el rayo de energía dorada que viaja dentro de los glóbulos oculares. Sus labios eran gruesos, siempre le habían gustado sus labios. Sin embargo, lo más importante era su corazón. Después de conocer los proyectos que tenía Viggo como bibliotecas, una academia para aventureros y otro tanto de mejoras para la sociedad, ella tomo la imagen de Viggo y la subió varios puntos en su escala de valores. Sin embargo, ahora, Viggo era algo más. Él estaba en medio de una cruzada para lograr algo más importante que solo mejorar el mundo. Él quería proteger a la humanidad, como el Argonauta.
Por su parte, Viggo no sabía que estaba pensando Hitomi, pero por su mirada llena de anhelo, parece que era algo idílico. Viggo tosió para sacar a Hitomi de su trance y ella agito su cara como si despertara de un sueño. Viggo dijo —por eso no es bueno que tú quieras ser reina de los dioses. Es malo, es una burla, es una tarea que no le doy a nadie—
—Pero, en ese caso— dijo Hitomi con una expresión confundida —¿Por qué lo hace?—
—Para proteger a mis seres queridos—
—En ese caso, en ese caso, yo soy la indicada— dijo Hitomi poniéndose de pie y continuo —yo quiero acompañarlo, mi vida es larga, pudo serle de ayuda. Yo, yo lo amo, pero usted nunca me pone atención. Solo un hola y nada más. Yo realmente quiero ser reina de los dioses, su reina—
—Hitomi— dijo Viggo con cansancio, realmente no quería continuar con esta conversación, no tenía sentido.
—Sin embargo, quiero que usted sepa algo— añadió Hitomi con una mirada llena de determinación —yo lo elegí a usted y no usted a mí. Yo me ganare su corazón, usted será el cortejado y una vez que se enamore de mí, no me olvidará, ni si quiera en mil vidas—
Viggo no supo cómo responder ante tal declaración. Siempre era él el que se acercaba a las chicas y coincidía con ellas. Incluso con Rosewisse, fue él quien la salvo, aunque claro, primero fueron amigos antes de ser algo más. Sin embargo, nunca, ninguna mujer le había dicho algo semejante. Él sonrió y pensó que seguro Hitomi no tiene ningún roce social o la sutileza de la seducción, pero tenía un corazón imprudente que se lanzaba al amor sin medir las consecuencias. Ahora no se le hacía extraño que ella se haya convertido en esclava porque se enamoró de un tipo y aquel sujeto la utilizo para escapar. Hitomi estaba demasiado indefensa contra otros.
Hitomi quedó mirando a Viggo, quien sonreía entre divertido y nervioso. Ella pensó que estaba haciendo el ridículo, que él no la tomaría en serio no importa lo que pasara. Así que se adelantó, le tomo la cara con ambas manos y lo beso.
Viggo abrió los ojos amplios en un gesto de sorpresa, miró a Hitomi quien lo besaba con los ojos cerrados y después se dejó llevar. Jamás había sentido un beso tan torpe e incómodo, incluso cuando era un muchacho y les dio un primer beso a las mellizas.
Hitomi se separó de él mientras jadeaba y lo quedó mirando a los ojos —esos son mis sentimientos. Por favor, acéptelos— dijo
Viggo asintió varias veces con una sonrisa suave, se puso de pie y la abrazó con suavidad por la cintura. Ella se puso nerviosa, pero al ver que Viggo acercaba sus labios, ella cerró los ojos y se dejó besar. Entonces se derritió en los labios de Viggo mientras sentía que la pasión estallaba en su interior. Era una sensación tan fuerte que sintió mareada.
Viggo se separó de Hitomi y la quedó mirando a los ojos. Ella parecía adormilada con una mirada lánguida y una expresión en calma —después de esto, no hay vuelta atrás. No te permitiré retroceder— dijo
Hitomi levantó su rostro y sonrió —lo sé, no pretendo retroceder. Espero contar contigo desde ahora en adelante, rey de los dioses—
Viggo hizo una sonrisa indefensa ante la insistencia de Hitomi y asintió —lo mismo digo, reina de los dioses— respondió
Hitomi se acercó a Viggo y lo abrazo con todas sus fuerzas mientras apoyaba su oído sobre el pecho de Viggo. Su corazón estaba acelerado, lo que le gusto a Hitomi, ya que eso le indico que él estaba nervioso o emocionado. No importa cuál de los dos, ella había hecho que él se sintiera atraído por ella.