Todos avanzaron por un camino bajo las montañas que antes estaba oculto por el alto nivel del agua en el Lago de los Nueve Reinos. Como producto de eso, toda la cueva estaba húmeda, llena de algas, se veían algunos sapos saltando de lago a lado como si buscaran el agua que ahora se había perdido. Las gotas de agua caían por todos lados y llenaban el espacio marcando un ritmo constante.
El suelo estaba cubierto por arena húmeda que no se hundía más de un par de centímetros porque debajo había un suelo hecho de piedra. Todo esto antes estaba habilitado, era un camino construido para guiar a los Jotun al puente que conducía al templo de Tyr. Sin embargo, después de la masacre de Thor, el resentimiento de Odín y la muerte de Tyr, además de la inundación provocada por el masivo cuerpo de la serpiente del mundo, todo se perdió y ahora no quedaba nada más que una cueva desolada.
La luz entraba por unas pequeñas aberturas en el techo que dejaban pasar haces de luz. También estaban unos postes de agravio que eran enormes arbustos que emitían una niebla venenosa, pero ahora habían sido neutralizados por la magia floral de los vanir. Dicha magia consistía en hacer crecer enredaderas del suelo y que emitieran una luz purificadora que anulaba el veneno. Una magia muy practica y hermosa.
—Eso lo hizo Freya— dijo Atreus mientras avanzaban por delante de Viggo, su cabeza cobriza se veía pequeña y su espalda delgada, vestía con pieles, llevaba el gran arco que le hizo Faye cruzado al pecho y en su espalda cargaba una aljaba con flechas.
—¿Quién es ella?— preguntó Viggo quien iba a su lado, un paso por detrás cuidando de que él no se fuera a caer. Vestía la armadura real enana, demasiado hermosa y vistosa para utilizarla en un lugar tan desolado como una cueva. Daba la impresión de que el metal color turquesa y los gabados y bordes dorados producían su propia luz además de hacer ver a Viggo más poderoso y robusto.
—Una amiga— respondió Atreus, levantando su rostro y mirando a Viggo hacia arriba —me ayudo cuando me puse malo—
—¿Por qué te pusiste malo, pequeño hermano?—
—Cosas que pasan, ya me siento mejor— dijo Atreus en lugar de decir que todo fue cosa de su padre por no contarle que él era un dios.
—Entiendo— respondió Viggo, dándole una breve mirada a Atreus y después mirando la cueva por delante —¿Ella fue buena contigo?—
—Sí, muy amable, me recordó a mamá—
—Entiendo, es bueno encontrar amigos, más en un lugar tan solitario como Midgar—
Todo el grupo llego al final de la cueva, donde había una enorme puerta doble. Kratos que iba al principio del grupo, metió sus manos en la hendidura entre las puertas y las abrió de un golpe hacia los lados. Al instante siguiente se sintió el aire fresco de las montañas ventilar la terrible humedad que había en la cueva. Por delante se vio un terreno plano, con un piso de piedra, cincelados y trabajado como si fuera un lugar de reunión. Era amplio, por lo menos treinta metros de diámetro. Del lado izquierdo se veía una tienda de herrería, con una mesa de trabajo, yunque, fragua, piedra de afilar y otras cosas. Más allá se veía un acantilado y una arboleda. Del lado derecho se veía otra mesa de trabajo solitaria donde un enano de piel morena, cabello oscuro y armadura dorada trabajaba en un gran engranaje de metal.
Atreus se adelantó, se aceró al enano como si fueran amigos, pero el enano comenzó a hablar mal de una persona y Atreus se enojó con él. Viggo y el resto se acercaron y escucharon como Atreus menospreciaba al enano por su estatura. Su argumento era que siempre estaba hablando mal de su hermano y que, si tenía algo que decirle, fuera y se lo dijera a él. Atreus estaba aburrido de escuchar sus quejas estúpidas de pequeñas personas.
Viggo frunció el ceño al escuchar todo lo que dijo Atreus, tenía mucho que decir, pero no era su hijo. Su maestro tampoco dijo mucho, aunque era el padre. Después de eso continuaron avanzando por el camino sin detenerse a conversar con el enano. Atreus ya había dicho suficiente.
Kratos y Atreus avanzaron por delante y Viggo escucho como su maestro regañaba al niño mientras subían por una pendiente cubierta de pasto verde y arboles de pino a los costados.
—Viggo— murmuro Rosewisse acercándose por detrás, Viggo miró de soslayo y vio a la valkiria de cabello de plata y ojos azules muy cerca de él. Ella tenía que levantar su rostro para susurrarle al oído —él dijo que conoció a Freya, debe ser mi maestra ¿Verdad?—
—Mantenlo en secreto— murmuro Viggo en voz baja —no sabemos realmente cual es la situación. Mi maestro no se ha pronunciado. Dicha persona debe haberlos ayudado, pero mi maestro debe tener algunos reparos contra ella. No queremos ganarnos en un escenario donde los dos se fueran a enfrentar—
—¿Por qué lo dices?—
—En Midgar los dioses extranjeros no son bienvenidos, ninguno de ellos—
Rosewisse asintió y no puso muchos reparos. Ella desacelero su paso hasta que ella y Brunilda caminaron a una misma velocidad. Por otro parte, Viggo tenía un mal presentimiento de dicho encuentro. La ayuda y la mistad siempre era buena, pero al escuchar a Atreus, tenía ciertos reparos. Por ejemplo, el hecho de que Baldur de Asgard anduviera dando vueltas por Midgar y cazándolo a los dos. No creía que fuera posible, se supone que Baldur era invencible según los cuentos, pero conociendo a su maestro, si tenía la oportunidad, no dudaba en que encontraría la forma de matarlo. Si aquel escenario se daba, Rosewisse tendría que tomar un bando. Mantenerse neutral significaría que su maestra pensaría que Rosewisse estaba de parte de Kratos y Atreus. Por otro lado, ayudar a su maestra significaría combatir contra Kratos y Atreus. Ante tal escenario ¿Ella podría atacar al niño que hace solo un par de horas había llevado a volar por el Lago de los Nueve reinos?
El grupo llego a la parte alta de la pendiente y doblaron a la izquierda, caminaron durante un par de metro custodiados de árboles de pino y se detuvieron delante de una muralla de roca que parecía escalable. Kratos apoyo sus manos en dicha muralla de piedra y Atreus lo trepo como un pequeño mono y se subió a su espada mientras lo abrazaba con manos y piernas.
Al mismo tiempo, las valkirias detrás de Viggo solo dieron un salto, unos cuantos aleteos y llegaron a la cima de la muralla de piedra. Rosewisse quedó mirando los alrededores, sonrió, se dio la vuelta, miró por la saliente hacia abajo y vio a Viggo de cabello rojo y vestido con la hermosa armadura de color turquesa con bordes dorados.
—Viggo, no lo vas a creer— dijo Rosewisse con una amplia sonrisa
Viggo sonrió, camino hacia la muralla y la trepo por detrás de su maestro. Al llegar a la cima se reunieron los cinco y tal como dijo Rosewisse, Viggo no lo podía creer. Habían llegado al camino entre las laderas que llevaba a la cueva donde vencieron a la primera valkiria que enfrentaron en Midgar.
—¿Ya conocías este lugar?— preguntó Atreus levantando su rostro y mirando la expresión de Viggo
—Sí— respondió Viggo, le dio una leve mirada a Atreus y le revolvió el cabello —pero aquella vez tuvimos que llegar a este mismo lugar desde otro lado. El Lago lo inundaba todo gracias a la Jormugand, así que tuvimos que dar una larga vuelta a la montaña. Ten cuidado si van a ese lugar, estaba infestado de segador—
—Entiendo—
—Y Atreus—
—¿Qué, hermano?—
—Ser amable no cuesta nada—
—Pero somos dioses, ellos siempre nos molestan con sus cosas—
—En ese caso, si yo no fuera un dios ¿No podríamos ser amigos? ¿Ya no conversarías conmigo por ser mortal? ¿Me convertiría en tu sirviente?—
Atreus agacho la mirada sin saber cómo responder. Viggo se acercó, se agacho y le levanto la cara para que sus ojos coincidieran —somos amables con otros porque esperamos que esa amabilidad se devuelva. Dime ¿Cuántas manos tienes?— Atreus no respondió, pero Viggo lo dijo —solo dos— le tomo las manos y continuo —con estás dos manos es limitado lo que puedes hacer, pero ¿Qué pasa si yo te ayudo? Obtienes otro par de manos que pueden hacer el doble de lo que tú puedes por tu propia cuenta. Dijiste que esa mujer Freya te ayudo cuando estuviste malo ¿Por qué crees que ella te ayudo? ¿Por qué eres un dios? ¿Por qué tu padre es un dios y le tiene miedo? ¿O simplemente porque ella vio a una persona que necesitaba su ayuda?—
—Porque necesitaba ayuda— respondió Atreus en voz baja
—Se amable con las personas, Atreus— dijo Viggo con voz suave —eso te hará grande, como Tyr. Era el dios de la guerra, pero cuidaba de otros y por eso todo el mundo confiaba en él. Entiende esto, pequeño hermano, un corazón pequeño y mezquino es como el corazón de Odín ¿Has oído todo lo que él ha hecho? ¿Mimir te ha contado todas las cosas que hizo?— Atreus asintió y Viggo continuo —ese es el mejor ejemplo de lo que pasa cuando tienes un corazón pequeño, pero cuando tienes un corazón grande, puedes vencer todas las dificultades, hacer aliados, volverte más fuerte, más sabio, más veloz que nadie. Hay que tener inteligencia y sabiduría, pero, sobre todo, el suficiente corazón como para ser empático con las personas. Así que quiero que me prometas algo—
—¿Qué cosa?— le preguntó Atreus mirándolo a los ojos
—La próxima vez que veas a ese enano te disculparas, pero no solo porque yo te lo haya dicho, sino porque tú vas a pensar en lo que dijiste y entenderás que es lo que estuvo mal—
—Yo no sé— respondió Atreus con reticencia y una mirada de enojo
Viggo soltó una risita, acercó su frente con la de Atreus y le dijo —está bien no saber, no tienes por qué saberlo todo. Solo piénsalo un poco, eso te hará bien—
—Está bien, lo pensare— respondió Atreus con mayor disposición
Viggo le revolvió el cabello, se levantó y le hizo el gesto con la mano para que avanzaran juntos. Nadie dijo nada de esa conversación, era un asunto entre Viggo y Atreus, pero era tal cual Kratos pensó. Atreus tenía a alguien más, lo cual le producía un tremendo alivio.
Todos continuaron avanzando por el camino que se producía entre las laderas y se detuvieron a unos metros de un cruce. Del lado izquierdo llevaba a una cueva desconocida que Viggo y las valkirias nunca habían visitado mientras que el lado derecho llevaba a la cueva donde debería estar la cámara de Odín vacía. El suelo estaba húmedo con un pequeño sendero de piedrecillas marcado como si fuera una vertiente que antes llenaba el espacio entre las laderas. Había arboles de pino, pasto y maleza a los costados.
—Hermano— preguntó Atreus mientras avanzaban
—¿Qué sucede?— preguntó Viggo dándole una leve mirada
—¿Me puedes decir algo del futuro?—
—Claro, porque no, una ayudita nunca está de más—
—Viggo— dijo Kratos con voz gruesa y seria
Viggo se dio la vuelta, vio al hombre tatuado, calvo y barbón poner su patentada cara de pocos amigos. Viggo sonrió y le dijo —tranquilo, maestro, no es nada serio—
—Esto es una prueba para, Atreus—
—Ok, solo le daré un pequeño consejo—
Kratos soltó un gruñido, pero asintió. Viggo soltó una risita, volvió a mirar a Atreus y lo quedó mirando —tú arco— dijo —préstamelo un poco—
Atreus llevaba el arco cruzado al pecho, así que tuvo que sacarlo por arriba y después se lo tendió a Viggo —no necesitas romperlo ¿Verdad?—
—Para nada— respondió Viggo con una amplia sonrisa, tomo el arco y continuo —todo se trata de la energía. Una energía similar puede conectar con la otra. Como este arco solo le pertenece a Atreus, hay una sola señal de energía, que es como un hilo que conducirá a mi clarividencia hacia el futuro y veré lo que hace Atreús en un par de horas o días—
—Suena…complicado—
—Así parece— dijo Viggo con una amplia sonrisa, él canalizo su energía divina y activo su clarividencia. Entonces tomo la energía residual que había dejado Atreus en el arco y miró hacia el futuro. Viggo miró hacia la izquierda, con dirección al norte. Solo se veía la ladera, pero era como si Viggo pudiera ver algo enorme moviéndose a la distancia. A los pocos segundos soltó un suspiro y miró a Atreus y después a Kratos —como decirlo— dijo —su mejor amigo será Jormugand, pase lo que pase, no se olviden de eso, sobre todo por su tamaño y poder—
—¿Qué quiere decir eso, muchacho?— preguntó Kratos
—Tú dijiste que no dijera mucho, que era una prueba para Atreus—
Kratos frunció, Viggo camino hasta él. Se acercó demasiado al punto de que Kratos lo miró más enojado que de costumbre. Viggo le hizo el gesto para que él se acercara. Kratos acercó su oído y al escuchar lo que Viggo susurro, sus ojos se abrieron amplios. Él quedo mirando a Viggo y este último asintió con seriedad.
—Entiendo— dijo Kratos