Dean empujó la puerta de la sala de conferencias y se detuvo en seco. Sus ojos se posaron en Marissa que estaba empacando apresuradamente sus cosas.
Su portátil estaba situado en un escritorio, sus dossieres estaban apilados ordenadamente en la mesa de la esquina de la sala. Se movía de un lado a otro, organizando los gráficos del evento.
—¡Marissa! —La voz de Dean tenía tanto confusión como preocupación—. ¿Qué está pasando aquí?
Marissa hizo una pausa por un momento, levantando la vista hacia él. Dean podía ver calma en su rostro pero sabía que había más. Parecía haber lava en su interior que podría explotar en cualquier momento.
—¿Estás enfadada conmigo? —él le preguntó, buscando en su rostro alguna reacción, pero ella no le respondió. Se aclaró la garganta y preguntó de nuevo:
— ¿Estás enfadada conmigo, Marissa?
Esta vez ella ni siquiera lo miró.