Feng Kun le dio un abrazo amistoso. —Ven a buscarme cuando sea que lo necesites, siempre estaré de tu lado.
—Ajá. —Ella asintió con la cabeza y sintió las lágrimas venir. Si no fuera por Feng Kun, ella no tendría idea de cómo podría enfrentar los desafíos adelante. La puerta del dormitorio se abrió y Rao Rao salió al balcón.
—Se ha resuelto. —Había un poco de pereza en su voz, pero estaba ya bien vestida. Se veía igual que antes: con un traje de oficial de seguridad de color oscuro y una gorra que cubría parte de su rostro.
—Nos iremos entonces. Cuídate.