Ella sintió que era prisionera de nuevo. Xia Ling frecuentemente tenía la misma pesadilla. En la pesadilla, ella estaba en un lugar obscuro y terrorífico, él lugar donde pasó el último periodo de su vida pasada. Ella estaba encadenada a la fría cama de seda con las cadenas de oro. La habitación en la que se encontraba era igual de silenciosa y vacía que la habitación del hospital. Y así, cada vez que se despertaba gritando de la pesadilla, le tomaba un tiempo darse cuenta de donde estaba.
Hoy, se despertó de la pesadilla con un sudor frío. A lado de su cama, ese hombre apuesto, similar a un dios, se acercaba ara mirarla más de cerca.
—No... —murmuró ella, retrocediendo instintivamente.