La gente puede ser domesticada.
El Síndrome de Estocolmo era el mejor ejemplo.
Cuando una joven es secuestrada y puesta en prisión, está constantemente en peligro de ser atacada y abusada en un ambiente extraño... Cuando el trauma excede el límite que puede soportar, entonces sus instintos de supervivencia hacen que gradualmente deje de luchar y de resistirse. En cambio, se tornara sumisa ante su secuestrador para intercambiar el máximo de seguridad.
Ella lo reconocerá y será incapaz de irse y adorará a su secuestrador.
No importaba lo vicioso o violento que fuese.
Toda su vida estaba fuera de su control. Cada gota de agua que bebía, cada bocado de comida, cada pieza de ropa que ella usaba, incluso la luz que podía ver cuando abría sus ojos y cada respiro que tomaba... eran regalos dados por su secuestrador.
Su temor se tornaba un agradecimiento, e inconscientemente se enamoraba de él sin importar lo que le hiciera.