Xia Ling podía sentir a Wei Wei temblando. Después de todo, solo era una jovencita, ¿cómo no iba a tener miedo en una situación así? Hasta Xia Ling estaba asustada. Las personas que las apuntaban con armas lucían frías y crueles, y sus manos eran firmes y apuntaban directo a sus órganos vitales.
Li Lei solía decirle a Xia Ling la diferencia entre sicarios falsos y asesinos de verdad. Por lo tanto, no tenía ninguna duda de que aquellos hombres frente a ella eran asesinos reales y experimentados.
Xia Ling respiró profundo y se dijo a sí misma que mantuviera la calma.
El Joven Amo Feng se apoyó en el sillón reclinador como si no pasase nada. No le prestó atención a las dos armas que lo estaban apuntando y habló con toda calma: —Veo que son guardaespaldas muy profesionales. Es realmente admirable la forma eficaz y precisa en que lidiaron con la situación.
Levantó la copa de vino de porcelana. —Brindo por ustedes dos.