Obedientemente Xia Ling se acercó a él.
De repente él frunció el ceño y dijo: —¿Qué le pasó a tu pierna?
—¿Ah? —ella se sobresaltó y recordó que tenía la planta del pie herida. ¿Acaso lo había notado él? Subconscientemente dio un paso atrás y dijo: —Está...está bien...señor Pei, mi pierna está bien. En serio —ella temía que él descubriera la profunda y larga herida. ¿Y qué si la rechazaba por eso?
La voz de él se tornó profunda cuando dijo: —Ven acá.
Ella se quedó enraizada en el mismo lugar.
Él se levantó y caminó hacia ella. Xia Ling se dio cuenta de que él era alto y bien formado, a tal extremo que ella tenía que levantar su cabeza para mirarlo a la cara. Él era como un rey gobernando su reino, había carisma y presencia en sus pasos. Ella quiso retroceder, pero parecía estar sujeta al piso incapaz de dar un paso atrás.
Él se acercó a ella y se agachó para mirarla en los ojos...
—Tu pierna está herida —dijo él.