La luz del sol se asomaba por las cortinas.
Melistair se removió, abriendo los ojos a medias. Margarita estaba en sus brazos, todavía dormida.
Se inclinó, dejando un tierno beso en su mejilla.
Margarita murmuró algo incoherente, una pequeña sonrisa adornando sus labios mientras se acurrucaba más profundo en las almohadas.
Melistair rió entre dientes, cuidadosamente extrayéndose de la cama para no molestarla más.
Se estiró, sus músculos flexionándose mientras sacudía los restos del sueño.
—Hora de comenzar el día —pensó, alistándose y más tarde dirigiéndose a la cocina.
El rico aroma del café recién hecho lo recibió al entrar. Javir ya estaba allí, apoyada en la encimera con una taza humeante en sus manos.
Melistair y Javir habían desarrollado una cierta camaradería durante los últimos 8 años.
Probablemente, al menos en parte, porque ambos eran amantes de Margarita, así que sí.
—Buenos días, Mel —dijo ella, levantando su taza en un saludo casual.