—Déjame ayudarte con eso —Anna se puso delante de su esposo mientras le arreglaba los botones. Habían estado juntos toda la mañana hasta que recibió una llamada de Paul para presentarse en la oficina por una emergencia. Aún se había negado a hablar con Noah desde que él no le había permitido salir de la mansión, pero eso no significaba que él dejara de ser su dulce amor.
—Lo siento —dijo Noah. Tuvo que ser un poco duro para mantenerla en casa hoy. No quiso ofenderla tanto y hacerla enfadar. Ella apretó los labios antes de abrirlos para hablar.
—Al menos tú puedes salir —Anna rodó los ojos. Todavía estaba muy molesta con él. Quedarse dentro con su camisa puesta no formaba parte de sus planes para hoy.
—Solo es por hoy mi dulce niña, mañana ya podrás salir —Ella le arregló el último botón. Cuando Noah se inclinó para besarla, Anna giró la cara hacia un lado—. Todavía... todavía estoy enfadada contigo —Se sonrojó sin atreverse a mirarlo a la cara.