—¿Qué? ¿A qué te refieres con quedarte? —preguntó Verónica, sintiéndose furiosa.
—Te juro que si me quedo aquí un día más podría volverme loca —dijo, pero Henry negó con la cabeza. Todavía estaba tratando de aceptar el hecho de que se habían arruinado y perdido toda su riqueza. Verónica había sido rica desde el principio de su vida, saber que ahora tenían el mismo estatus que un campesino la enfurecía.
—No podemos dejar a Nari sola en este hospital, y recuerda, Mack nos ha advertido que no le digamos lo que ha ocurrido por el bien del niño —dijo Henry.
—Ella es la razón por la que estamos aquí en primer lugar —Verónica cruzó sus brazos sobre su pecho.
—Ella está esperando un hijo de Mack. Nuestro nieto. Antes la querías, ¿qué cambió ahora?
—¡Todo! —Ella gritó sosteniendo el rayo delante de ella. A Verónica no le importaba la gente que la miraba mientras gritaba a su esposo. En este punto, estaban en una situación más drástica que antes.