Parte 1
A la mañana siguiente, la alarma me despertó a las siete y treinta.
El sol acarició mi cara dulcemente, sin embargo, tan pronto como me desperté completamente sentí un dolor proveniente de mi cabeza y cuello.
Dos causas vinieron a mi mente, dormir en una posición incómoda y el estrés que me genera vivir encerrado. Esta forma de empezar el día con el pie izquierdo, me suena a un mal presagio.
-Buenos días señor Neil, sabe que día es hoy-entró la longeva enfermera que me cuida sin siquiera tocar la puerta. -Hoy es un gran día para salir.
¿Señor?, paso de señorito a señor en un día. Tal vez habré despertado con una cara mas horrible de lo normal, para que me diga señor en vez de señorito.
Espera, no, mi madurez y mi fortaleza mental son mucho mas de lo que un chico de mi edad podría soportar. El cáncer, haber perdido a mi madre, numerosas operaciones, son algo que un niño de mi edad no ha pasado.
Así que señor, es obvio que es un titulo que ya doy la talla, es más, hasta tengo esos dolorosos dolores de espalda de lo que he escuchado de los adultos quejarse.
Agarrándome cuidadosamente por mis hombros, la enfermera hace que me siente, mientras me coloca las inyecciones de rutina, de las que no se para que son.
-Muy bien señor, tendremos que vestirlo con la ropa que su papá le trajo, para que pueda salir-me lo dijo mientras miraba mi cara como si tratara buscar que una sonrisa en mi rostro, el cual, sin darme cuenta, mi cara respondió a sus palabras, mi corazón palpito al ritmo del himno de alegría, haciendo que los dolores matutinos se atenuaran.
Puede sonar exagerado, pero a alguien quien no ha tenido libertad por varios años, el salir por lo menos una vez es algo de que alegrarse, y tu corazón puede volverse como loco.
Creo que esta salida tendrá un lugar especial en mi baúl de los recuerdos, representa mi pronta recuperación y una nueva esperanza para cumplir mis sueños.
Tan pronto como la enfermera vio mi sonrisa, su cara mostro satisfacción como si hubiese encontrado un ansiado tesoro.
Continuo a desnudarme para ponerme ropa para mi salida, pese a que me ha cambiado innumerables veces, aún no me puedo acostumbrarme, así que siempre me genera una sensación de vergüenza.
-Listo señor ahora sí estás listo para salir con tu papa-lo dice mientras me guiñaba de entre ceja y ceja. -¿Estás seguro que no quieres verte al espejo?-me interrogó.
Moviendo levemente la cabeza de derecha a izquierda negué su petición.
-Bueno está bien-contestó mientras me ponía en la silla de ruedas.
Una vez que me acomodó, intento acercarse al espaldar de la silla para maniobrar con los mangos de empuje para llevarme a la sala de espera.
Pero hoy no, la sensación de inutilidad terminaría con que me haya puesto el traje y nada más, así que meneando con mis dedos la pantalla táctil que estaba en el reposabrazos de aquella tecnológica silla de ruedas, salí rápidamente a la sala de espera.
Mientras me alejaba escuche como aquella anciana lloraba. Alegría porque salgo por fin en años, tal vez, pero aun así sus lloros me parecieron de alguien desesperado, no le preste mucha atención así que me fui de ahí.
Impaciente, esperé en la sala de espera a que llegara papá, mientras jugaba mirando el piso a encontrar formas y después miraba el reloj.
De repente entró una mamá con su hija, saludando a todos:
Buen día con todos-sonrió. -Hija saluda a todos también-le dio una palmadita en la espalda a su pequeña acompañante.
-Buenos días con todos-dijo mientras hacía una pequeña reverencia a la recepcionista, y a las personas que estaban en la sala de espera.
Mirando a todos, hasta que nuestras miradas se encontraron vi cómo se asustó y preguntó con un tono de inocencia:
-¿Mami porque ese chico tiene el rostro así?
La cara que hizo, por alguna rara razón hizo que se me hiciera un nudo en el corazón y que sentimientos como la ira, que yacían escondidos por aquella época en la que enfermeros y enfermeras me miraban con un tono de asco, escondido entre sus caras, volvieran a brote.
-Hay hija que preguntas más tontas haces-reprendió a su hija. -Debes ser considerada con los menos afortunados-exclamó mientras me miró con una leve mirada, en la que pude sentir una pequeña sensación de desprecio.
La señora se dirigió a la recepcionista, ya que al parecer la niña tenía que hacerse unos chequeos de rutina, lo cual me sorprendió, en la situación actual del país solo aquellos con mucho dinero pueden darse el lujo de cubrir costosos chequeos de rutina.
Esto debido a la saturación del sistema médico por los numerosos casos de personas afectados por la guerra, donde hasta el más mínimo recurso médico está enfocado en atender a dichos casos.
Finalmente, la persona que tanto esperé llegó tiempo después, aquel hombre venía con ropa holgada, un gorro y unos lentes circulares de color negro.
-Hey hijo, listo para salir de pase...
Antes de terminar la frase la señora que vino por el chequeo interrumpe:
- ¿jefe Único?
- ¿Hola? -padre dio una mirada perdida como si intentara interrogar para saber quién es.
-Vamos jefe, cómo no vas a conocer a tu propia cadete.
-Lo siento es que no te reconocí por la ropa.
-Aún así soy la única que te llama jefe o jefecito, me lástima que no me reconocieras.
Impaciente por ir al Planetario, le hice señales a mi papá girando levemente mi cabeza.
-Bueno disculpa, me voy al Planetario con mi hijo-sentenció papá para terminar la conversación.
- ¿Planetario? - metiendo sus manos entre los bolsillos de su chaqueta, saca dos entradas de lo que al parecer eran del Planetario.
-También vas a ir.
-Claro, puedes esperarme un rato, el chequeo de mi hija no demora mucho, podemos ir juntos-se coló aquella mujer.
Mirando aquel reloj, el tik tak me parecía eterno, se suponía que era una salida entre padre e hijo, sentí rabia por este hecho.
Aunque tampoco es como que pudiera recriminarle mucho, mis horarios de visitas son muy limitados y el siempre ansiado que yo consiga más amigos.
-Perdón por esto, te prometí que saldríamos juntos, pero invité a una conocida.
Intento disculparse.
-Pero quiero que al menos logres hacer una amiga fuera del hospital, y no te preocupes podemos separarnos de ellas en Planetario y charlar.
¿Charlar? Bueno, al parecer así le llaman las personas a mi alrededor cuando yo escucho y ellos me hablan.
Apaciguando mi rabia, intente aceptar sus sentimientos, sin embargo, aquella mirada escondida entre asco y desprecio que me dio aquella mujer, me aterraba. Creí que aquella fobia la había superado, pero al parecer dentro y fuera del hospital, son dos cosas diferentes.
En el hospital, aquella anciana, como si de un corazón puro y sanador se tratara, no solo me ayudo a combatir el cáncer, sino que me ayudo a curar aquellas heridas sentimentales. No hablo a la ligera cuando digo esto, podría tratarse de un ángel real, es más hasta su nombre es Gabriela, el femenino de Gabriel, que se dice que ese nombre pertenece a un ángel.
Las personas con corazón puro de las que tanto se habla, siempre creí que eran meras fachadas para alimentar sus propios egos, darse a conocer, y por detrás no les importaría en lo más mínimo aquellas personas.
Pero no, no parece ser el caso, según su edad ya debería haberse jubilado, a su edad incluso trabajar puede resultar ser difícil, pero tanto ama aquella profesión que aún no lo ha dejado, no tal vez no sea tanto a la profesión en sí, creo que es por su amor por ayudar a las personas es la que la propulsa a seguir trabajando.
Al reflexionar sobre este hecho, siento que debí esperar a que me despida siquiera, tal vez la lastime debido a mi emoción de por fin ser libre después de varios años, su existencia, se convirtió en una parte de mi determinación por vivir.
El miedo del que dirán cuando me vean, se terminan desvaneciendo cuando recuerdo sus consejos de abuelita sabia.
Bueno, al parecer la intervención de la tercera persona que vendrá en nuestro paseo, me ayudó de alguna manera.
Moviéndome con la silla de ruedas, me dirigí a los lugares cercanos de la habitación donde me suele atender aquella anciana, bueno más bien la habitación donde vivo.
Al acercarme, a dichos lugares vi que aquella anciana aún se encontraba en mi habitación limpiándose sus lágrimas.
Se me hizo un nudo en mi garganta así que me acerque y choque delicadamente mi silla de ruedas con su espalda. Debido a la diferencia de estaturas el pararme no era necesario para llegar a ella
-Señor Neil, creí que ya se había ido
Limpiándose su rostro me dio una sonrisa.
-A ya se lo que busca, quiere que me despida verdad.
Dándome un abrazo, Gabriela me despidió deseándome buena suerte.
Terminado eso, regrese lleno de felicidad prontamente a la recepción. Cuando inesperadamente vi a mi padre derramando algunas lágrimas.
En serios es tanta es la emoción de mis seres queridos, que derraman lagrimas por mí. Aunque al final me toque regresar al hospital, pero bueno al menos podre experimentar la sensación de libertad brevemente.
-Listo, vámonos.
Interrumpió la cadete con su hija que se colaron al paseo en el Planetario.
Salimos, y papá situó mi silla en la tercera cabina de aquel carro modificado, después entraron madre e hija.
-Listo, ya puse nuestro destino en el operario- señaló la pantalla del coche.
Los adultos conversaron entre ellos durante la trayectoria. Aunque básicamente todo el contenido de la conversación, era de ella elogiándolo.
Por como lo trataba, parecía como si estuviera enamorada, pues además le recalco como su marido había muerto en batalla y como le faltaba un padre a su hija.
-¡Apoyamos la causa del señor Desiderio!
Entre gritos y abucheos vi como una gran multitud alzaban, pancartas y letreros alo lejos.
-¡Debe existir transparencia de información!¡Por cuanto tiempo planean seguir esco..!
El carro se alejó y no pude escuchar toda la protesta.
Al parecer la nota de la pequeña sección de noticias, provocó un fuerte estimulo en aquellas personas, que cansadas de la falta de información se alzaron por el cambio.
No pude evitar sentir una sensación de satisfacción, aunque probablemente la línea de poder que tiene la Familia Real se encargue. Las protestas pueden provocar un efecto dominó, que haga que mas gente se alce, y talvez, solo tal vez, la Familia Real pueda ser derrocada.
Sin duda, la causa del señor Desiderio tiene mi apoyo.
Perdido en mis pensamientos de pronto el carro freno de golpe, un hombre fornido se atravesó en la calle mientras llevaba cargando consigo a una chica.
-¡Por favor ayuden a mi hija, ayúdenla!-grito desesperadamente aquel señor.
De pronto cuando volteo a vernos dentro del carro, dejo ver como aquella chica que tenía en brazos, le faltaba una pierna, el vendaje que llevaba en la parte amputada estaba escurriendo sangre.
Por un momento los ojos de la chica con los míos se encontraron, cuando volvió a cerrarlos de nuevo.
Acercándose rápidamente a nuestro carro, aquel hombre rogo desesperadamente, aunque tenía arañazos en todo el cuerpo, no titubeo en ningún momento en ponérsenos en frente.
La tonalidad de piel de aquella chica, era de un blanco enfermizo, al parecer ya ha perdido mucha sangre.
-No se preocupe señor ya he llamado a una ambulancia- dijo mi padre intentando calmarlo.
Ni medio dijo eso se escucho como venía el sonido de sirenas. Al parecer nos encontrábamos dentro de la zona donde hubo tiempo atrás una guerra contra el bloque del este, por lo que aún había tiendas de campaña para tratar a los afectados.
-Gracias, sin duda le pagare algún día por este gesto-se despidió aquel hombre, mientras subía a la ambulancia con su hija.
Al parecer comenzar con el pie izquierdo desde la mañana con esos dolores de cabeza y de cuello si que era un mal presagio.
Después de ayudar a los enfermeros, poniendo aquella chica en la camilla mi papá regresó. Lo cual me sorprendió, pues creí que iba a ir con ellos.
Sin duda, papá no quiere perderse mi salida por primera vez en años.
-Bien esperemos no desviarnos otra vez.
-Jefe… lo amo.
Dijo de la nada aquella mujer, tapándose rápidamente la boca mientras se ruborizaba.
-Yo también te amo.
Respondió rápidamente papa, sin titubear.
-Amo a todos mis cadetes, amo a mi hijo, amo la humanidad-prosiguió aquel hombre ha enumerar lo que amaba.
No se si papá era denso, o en realidad quería mantener la relación padre e hijo sin involucrar a una pareja. Aunque por mi no era problema si decidía no tener una esposa, después de todo, aquella mujer me dio una mirada de asco escondido, me aterra.
Finalmente, después de varios kilómetros recorridos, llegamos a "Planetario Galileo Galilei".
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