Huo Mian miró al hombre que estaba frente a ella sin siquiera parpadear, en realidad no sabía si todo eso era real... Mientras miraba ese rostro familiar y la sonrisa gentil del hombre que estaba allí parado, sentía que había pasado un siglo.
—Mian, en serio soy yo, no es un sueño —dijo de nuevo Qin Chu. Su voz era igual de magnética que siempre y tan discreta como un susurro. Parecía que le daba miedo asustar a Huo Mian.
De repente, ella corrió hacia él con todas sus fuerzas y se enterró en los brazos de Qin Chu. No dijo nada pero ya sentía las lágrimas que le caían despacio por las mejillas. Lo abrazó tan fuerte como pudo y se sujetó a su camiseta negra como si temiera que fuera a desaparecer en cualquier segundo.
Parecía que Qin Chu entendía cómo se sentía Huo Mian. Sin decir una palabra más, le devolvió el abrazo... La derretía lentamente con su gentileza...