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Damon observó cómo la mano de Harper lentamente se volvía flácida, volviendo a la cama. Sus respiraciones rápidamente se calmaron en intervalos uniformes, y con los suaves ronquidos que escapaban de sus labios entreabiertos, supo con certeza que se había dormido.
No pudo evitar pasar una mano por su cabello, sus dedos tirando de los mechones con fuerza como si el dolor pudiera distraerle del trastorno emocional que su corazón acababa de sufrir.
Harper lo había mirado tan tiernamente, tan amorosamente, que se sintió como un bálsamo en su alma cansada.
Entonces, el nombre de su hermano escapó de sus hermosos labios, una revelación tan devastadora que Damon necesitó de toda su fortaleza mental para no estremecerse. Se sintió como si lo hubieran empujado desde el borde de un acantilado afilado, y quedó desesperadamente agarrándose para no caer.