Talia y Meg estaban en la habitación de Talia, ambas mirándose en silencio y esperando una señal para poder moverse.
—¿Talia? —susurró Meg, como si tuviera miedo de que alguien las escuchara—. No te agradecí por tu ayuda allí atrás. Kai me contó lo que hiciste cuando dejamos la manada de los Aulladores Oscuros.
—No lo menciones —respondió Talia, cuyos nervios tensos hacían que su voz se cortara. Pensar que Damon estaba en peligro, mientras ellas solo estaban sentadas allí la enloquecía—. ¿Sabes cuánto falta para que podamos movernos?
Meg se encogió de hombros. —Axel necesita distraer a su madre y hacer que parezca natural.
Talia asintió comprendiendo. El silencio le pesaba en los oídos, y necesitaba una distracción. —¿Todos los edificios aquí son subterráneos?