—Por favor, no le hagas caso —dijo Luna Michelle a Damon y Talia, sin estar segura de si estaba bien sonreír ante las tonterías de Ashton en frente de la expresión furiosa de Damon—. Vamos, Ashton. Es hora de ir a casa.
—¿No se van a quedar a dormir? —preguntó Talia.
—El viaje no es largo, y necesito atender algunos asuntos por la mañana. Si el horario lo permite, volveremos mañana o al día siguiente —respondió Alfa Cristian.
Ashton no quería separarse de Talia. Ignoró a Damon y se paró frente a Talia, estirando su cuello para poder mirarla.
—¡Ven conmigo! —exigió Ashton—. Mi habitación es suficientemente grande para ambos.
Las cejas de Talia se elevaron sorprendidas. El niño era decidido. —Es muy generoso de tu parte, pero no puedo ir. Tengo trabajo que hacer aquí.
Ashton puso cara de puchero. —¿Cuándo te volveré a ver?
Talia pensó en lo adorable que era. Lo abrazaría si no fuera por el temor a que Damon se enfadara y le hiciera daño al niño. —Pronto.