Muy pronto, llegaron a la residencia Gu.
Gu Jingze ya la estaba esperando en la puerta. Al escucharla volver, de inmediato salió.
Viendo a Lin Che tan aletargada, se acercó y le preguntó:
—¿Estás bien? ¿Tu primer día fue muy agotador?
Lin Che observó a Gu Jingze dando grandes zancadas hacia ella. Vestía ropa hogareña y sorprendentemente, un par de finos anteojos. Neutralizaba la agudeza de su rostro y suavizaba sus bordes. Parecía mucho más gentil.
Por lo general, parecía un caballero negro que aparecería de la nada para protegerla. Hoy día, lucía como un verdadero príncipe. Se veía alucinante y su corazón se ablandó.
—¿Por qué estás aquí afuera? —preguntó Lin Che observándolo.
—Para verte ahora que volviste —contestó sonriendo.