Jason hizo todo lo posible por ocultar el temblor de su propia voz mientras consolaba. —Estará bien —sin embargo, las lágrimas de Kathleen continuaron fluyendo sin cesar.
Recibir un disparo en el pecho no era poca cosa.
Aunque siempre discutía con el Presidente Hudson, sabía sin lugar a dudas que amaba sinceramente a su hermana. Lo había demostrado con sus acciones, rescatándola él solo, por no hablar de poner su propia vida en peligro para salvarla.
¿Qué podría ser más convincente que eso?
Oró en silencio para que no le pasara nada.
Pasó un buen rato antes de que sintiera que su hermana finalmente dejaba de temblar y se relajaba en sus brazos.
La miró y la vio mirando fijamente la puerta del teatro sin pestañear. Era como si su alma estuviera atrapada en esa habitación que había traído alegría o tristeza a innumerables seres queridos.
Después de esperar más de una hora y la luz aún no se apagaba, Kathleen se impacientó.