Su viaje ya había comenzado. El coche ahora corría por un largo y sinuoso camino hacia el campo, lejos del tráfico congestionado de la ciudad, con vastos campos de alta hierba verde y amarilla extendiéndose hasta donde alcanzaba la vista.
El sol brillaba y el cielo era de un azul vibrante con parches de nubes esponjosas y blancas que parecían enormes montones de bolas de algodón.
El aire estaba fresco y húmedo, lleno de los dulces aromas de flores silvestres y tierra.
Las ventanas estaban bajadas, permitiendo que el aire fresco entrara. Sus canciones favoritas sonaban en la radio del coche, lo que les hacía moverse hacia la izquierda y la derecha.
Abigail miraba por la ventana, perdida en sus pensamientos mientras el paisaje pasaba rápidamente. Miraba embelesada la alta hierba dorada que se mecía en la brisa. Podía ver el rebaño de vacas pastando perezosamente en la distancia.