La intranquilidad de Abigail persistió incluso después de que regresó a casa. Esperaba ansiosamente la llegada de Cristóbal, su mente consumida con pensamientos de si él había aprobado el diseño de Nancy. Sus dedos se movían incómodamente mientras recorría el pasillo, su atención se desviaba constantemente hacia el reloj de la pared.
Finalmente, llegó Cristóbal, su alegre actitud contrastaba fuertemente con la apariencia alterada de ella. Ajeno a su agitación interna, él la saludó con una cálida sonrisa y la atrajo hacia sus brazos.
—¿Estabas esperándome? —preguntó con una nota de diversión en su voz.
Abigail asintió con fuerza, aferrándose a él como si temiera que pudiera escapársele si lo soltaba.
Cristóbal estiró sus labios de oreja a oreja, complacido con su auténtica respuesta. —Yo también te eché de menos —susurró.
—Llegas tarde —se quejó, haciendo pucheros.