Abigail también lo besó. Esta vez, no tuvo ninguna duda en mente.
Cristóbal le había traído tanta alegría que su furia y decepción con él se habían desvanecido. El cálido aliento de él era atractivo.
Metió los dedos en su cabello y separó los labios, sintiendo que él la envolvía como una ola de calor, despertando todos sus sentidos mientras el sabor de él casi adormecía su cerebro.
El calor subió desde su estómago hasta su pecho. Todo su cuerpo hormigueaba. Se acercó más a él, frotándole la nuca. Cuando se dio cuenta de sus dedos, ya se habían deslizado debajo de su camisa, su piel cálida y lisa.
Sus sentidos se agudizaron. La besó con más pasión, hambriento e intenso, hasta que su cuerpo se relajó en sus brazos.
—Sabes muy dulce —murmuró contra sus labios.
No pudo controlar el aleteo dentro de ella, el latido violento del corazón, ni el nudo que se le formó en la garganta.