—Abuelo, comencemos el castigo familiar —Shen Feiwan recordó.
Shen Feichi miró a Shen Feiwan, sus ojos inyectados de sangre.
La ira llenó su mirada.
Shen Feiwan soltó una burla leve, no le importaba la hostilidad de Shen Feichi.
El viejo maestro Shen no se demoró, sacó un látigo del armario.
Al ver el recio látigo, ¡el rostro de Shen Feichi se puso pálido de miedo!
Ella nunca había sido azotada de esta manera y ni siquiera sabía si podría sobrevivir después de ser golpeada.
—Abuelo... —Los ojos de Shen Feichi se tornaron rojos, luciendo afligidos como una pequeña coneja.
Esperando ganar simpatía fingiéndose pobre.
Shen Feiwan no creía que el viejo maestro Shen tuviera piedad esta vez.
Solo pensar en Shen Feichi drogándola a ella y a Xu Rufeng para dormir juntos hacía que el viejo maestro Shen se enfureciera.
El viejo maestro Shen, sosteniendo su látigo, se acercó a Shen Feichi.
Shen Feichi se arrodilló en el suelo, sin atreverse a moverse.