Punto de vista de Dorothy:
Era una tarde tranquila. Era despreocupada y aburrida, y estaba llena de los gritos histéricos de la Abuela.
—¡Lo he dicho antes! ¡No pongas estas repugnantes hierbas en el alféizar de mi ventana!
La furiosa anciana tiró mis hierbas en mi cama. Parecía no verme tumbada en la cama leyendo. Las hojas afiladas me cortaron la mejilla.
—¡Estas son asquerosas! ¡Huelen mal! ¡Extrañas! ¡Plantas malignas! ¡Traerán mala suerte a nuestra familia! ¡Todo es por tu culpa, traidora de mierda!
El pecho de la Abuela subía y bajaba como un viejo tambor. Cada vez que la veía así, temía que explotara de rabia.
Recogí silenciosamente las hierbas y susurré:
—Estas son solo hierbas hemostáticas comunes, accesorios para el curso electivo. Mi profesora ya nos lo ha explicado en detalle. Así que no habrá problemas.