Con ocho metros de altura, cada paso que la bestia daba hacia adelante hacía temblar levemente el suelo y una clara huella de sus enormes pies se marcaba firmemente en la tierra embarrada. Su antaño lustroso pelaje rojizo estaba completamente chamuscado y la mayor parte de él se había convertido en ceniza que exponía la carne ardiente con innumerables quemaduras de diversos grados.
Con una expresión extremadamente feroz capaz de hacer que cualquiera se estremeciera de miedo y se quedara petrificado en el lugar, el simio gigante miraba a Shangguan Bing Xue como si ella fuera la culpable de la exterminación de su raza entera.
Shangguan Bing Xue miró al simio gigante con una expresión helada en su hermoso rostro, sin importarle el disturbio del viento y la lluvia que obstaculizaba considerablemente su visión.