Después de barrer toda la ciudad subterránea de hierro, Luo Feng salió volando por la entrada.
—Luo Feng, espera un minuto —Babata gritó.
—¿Por qué, Babata? —Luo Feng tenía curiosidad.—¿La ciudad de hierro todavía tiene más tesoros?
—¡Estúpido! ¡Toda la ciudad de hierro es valiosa, no la esencia de hierro negro o incluso los espíritus de hierro negro! Pero... ¡casi toda la ciudad está hecha de hierro negro! —Babata no pudo evitar decir.
Luo Feng se sorprendió.
—Luo Feng, ¿no te has dado cuenta de que en este momento eres extremadamente pobre? —Babata sonrió maliciosamente.
—¿Muy pobre?
—¿Tienes dinero? Estoy hablando de la moneda que te permitirá funcionar en el universo, no del dinero de la tierra. ¿Tienes algo? —preguntó Babata.
Las cejas de Luo Feng se arrugaron.