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—Entonces, ¿cómo deberíamos negociar? Seamos claros, es imposible que nos ayuden a destruir la Puerta Rakshasa —dijo Tian Guang.
Sabía muy bien que la Puerta Rakshasa, que se había establecido durante décadas, no podía ser erradicada por completo, ni siquiera si el Cuartel General de Seguridad Nacional de Huaxia movilizara todas sus fuerzas.
Ren Feifan sonrió. Aún necesitaba lidiar con la Puerta Rakshasa él mismo, pero en ese momento, tenía asuntos más urgentes que atender.
Después de un rato, Ren Feifan propuso —Solo tengo una pequeña condición: necesitan asignar un agente de élite del Cuartel General de Seguridad Nacional para proteger a Xu Shihan.
De lo que más se preocupaba Ren Feifan era de Xu Shihan.
El incidente de hoy era el ejemplo perfecto.
Habiendo ofendido ahora a la Puerta Rakshasa, inevitablemente vendrían tras él.
No le importaba si lo tenían como objetivo directamente.
Pero lo que más temía era que la Puerta Rakshasa dañara a los cercanos a él.