Neveah estaba sentada junto a su cama, observando al Rey Jian que ahora dormía profundamente, sus respiraciones lentas y uniformes.
Se había quedado dormido poco después de acostarse en la cama de Neveah y ella podía decir que no pensó que encontraría el sueño, dado que solo se había quitado su túnica exterior, pero aún tenía puestas sus botas.
Su cabello plateado estaba esparcido sobre la almohada y se veía tan pacífico que Neveah no podía apartar los ojos.
Nunca lo había visto así antes, había pocas expresiones de las que el Rey Jian era capaz, solo en los últimos días Neveah había llegado a saber que él era capaz de mucho más que eso.
Pero aún así, siempre estaba esa aura fría y solitaria a su alrededor, una que nunca se disipaba del todo, ni siquiera cuando estaba entre sus hermanos.
El rey dragón siempre estaba alerta, siempre cauteloso, siempre consciente de todo y todos a su alrededor, Neveah solo lo reconoció como tal ahora.