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Oriana llegó a la residencia Verner, la preocupación por el anciano palpable en su cara. Como de costumbre, Philip estaba sentado en el jardín, absorbiendo la luz del sol.
—Abuelo —llamó Oriana con alegría y se acercó a él.
El anciano sonrió al ver su cara alegre.
Se arrodilló frente a él y tomó su mano. —¿En qué piensas, abuelo?
—¿Te enojarás si respondo con honestidad?
—No lo haré.
—Estaba pensando que me gustaría ser enterrado aquí en esta mansión —respondió—. ¿Cumplirás mi deseo?
Oriana se sintió triste al oírlo, pero ambos eran conscientes de la realidad. —Sí, abuelo. Haré lo que deseas.
—Mi Ori de verdad ha crecido —él le acarició la cabeza—. Pareces más alegre que de costumbre. ¿Qué pasó para que mi Ori cambie así?
—¿Es eso? —preguntó—. Creo que siempre soy así.
—Ve y mírate en el espejo —sugirió el anciano entre risas.
Oriana se tocó las mejillas, ahora cubiertas por un ligero rubor. ¿Era porque ella y Arlan finalmente estaban juntos como esposo y esposa?