—¿No estamos olvidando algo? —preguntó de repente Drayce, desviando la atención de los demás de la preparación para la pelea.
—¿Lo estamos? —Arlan miró alrededor, entrecerrando los ojos—. ¿Dónde está Copo de Nieve? ¿No nos siguió?
—¿Qué clase de compañero eres si no puedes mantener a salvo a su mascota? —Drayce frunció el ceño.
—Mejor la encuentras —agregó Draven—. No querrás que tu compañera se enoje contigo por no cuidar de su mascota.
Arlan suspiró y llamó en voz alta varias veces:
—¡Copo de Nieve! ¡Copo de Nieve!
Mientras tanto, los demonios oyeron los llamados. La expresión de su líder se tornó seria. La presencia del Dios de la Guerra los hacía precavidos, advirtiéndoles de no atacar directamente a los tres. Todavía desconfiaban de los antiguos poderes de Draven.
—¿A quién están llamando? —preguntó uno de los demonios.
—¿A una deidad? ¿El amigo del Dios de la Guerra? —especuló otro soldado demonio.
El líder frunció el ceño: