—Por alguna extraña razón, la visión de Arlan riendo recordó a Oriana la disonancia que sentía en su alcoba —pensó para si misma—. La habitación no reflejaba la personalidad de su dueño. El príncipe amable rodeado de una multitud distaba mucho de ser él.
—La hizo sentir extraña y tal vez... un poco triste —continuó Oriana—. Toda su vida, Oriana había estado fingiendo ser alguien que no era. ¿Quizás era lo mismo para este hombre? ¿Era por supervivencia también? El lado de él admirado por los demás era una farsa que tenía que poner por el bien de los demás.
«Siento que lo he juzgado demasiado pronto.» —pensó.
—Para cuando salió de su ensimismamiento, Oriana notó que todos se alejaban para mirar en una dirección —explicó el narrador—. Una pareja estaba bailando en el centro de la pista de baile. Oriana intentó mirar a través de los espacios entre la multitud y encontró a Arlan bailando con una hermosa mujer rubia con un vestido azul. Parecían perfectos juntos.