A su llegada al Palacio de Rosa, los sirvientes los llevaron cortésmente a un gran comedor donde toda la familia los esperaba con entusiasmo.
—¡Tía, tío! —una pequeña figura corrió hacia ellos.
Arlan la levantó en brazos y le dio un suave beso en la mejilla.
—Pensé que tía no estaría aquí —comentó Rayjin, mirando a Oriana.
Oriana se sintió confundida mientras Arlan preguntaba con una pizca juguetona en su voz. —¿Por qué tu tía no estaría aquí?
—Escuché a abuela decirle a mi madre que tú habías causado problemas a mi tía y que debía estar cansada —explicó Rayjin con inocencia.
Arlan intercambió una mirada desconcertada con la avergonzada Oriana, intentando no dejar escapar una sonrisa. Luego alzó una ceja hacia la pareja de madre e hija.
Oriana se sintió aliviada de que al menos el Rey no estuviera allí, eso la salvó de una mayor vergüenza.
Julien y Alevra desviaron sutilmente sus miradas de Arlan e intercambiaron miradas inciertas. En tonos apagados, Alevra susurró: