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0.38% El Hijo de Dios / Chapter 1: Muerte y una promesa
El Hijo de Dios El Hijo de Dios original

El Hijo de Dios

作者: JFL

© WebNovel

章節 1: Muerte y una promesa

  Año 1847. Invasión del ejército Estadunidense a territorio Mexicano. Cercanías al castillo de Chapultepec.

La lluvía no daba indicios de querer detenerse y, el cansancio por haber estado días en vela y, con una alimentación mínima, provocaba que las decenas de soldados, resguardados sobre unos árboles, mostrarán una expresión de fatiga.

  --Entonces Gus ¿Por fin hablarás con su padre cuando termine la guerra? --Preguntó un joven carismático, de estatura baja y sonrisa de niño.

Gustavo Montes era todavía un cadete cuando estalló la guerra, por lo que su apariencia juvenil y expresión inocente era algo natural, solo tenía 16 años.

  --¿Cuando termine? --Lo miró con ojos juguetones--. Supongo que si --Abrió el relicario de su cuello y observó la foto de una joven dama, con una sonrisa sutil y un peinado conservador--. Solo espero que me acepte, por qué si debo ser sincero, la amo demasiado. --Héctor sonrió de alegría, estaba muy feliz por su amigo.

  --Por eso hay que demostrar nuestras habilidades en las próximas batallas, si lo hacemos bien, podemos ascender de rango y, en un futuro hasta podemos ganar tierras ¿Te lo imaginas, Gus? --Miró al horizonte--,  sería algo grandioso.

  --Muy grandioso, Héctor, muy grandioso. --Repitió con un tono nostálgico.

El trote de un caballo despertó a los soldados y reclutas, parándose casi al instante y colocando una posición de firmes.

  --¡General! --Hicieron el saludo militar.

  --Descansen --Dijo el hombre de mirada dura--. Escuadrón Águila, vengo con malas noticias, los malditos invasores han llegado. Debemos partir ahora.

Las expresiones cambiaron en el rostro de los soldados y reclutas, los más jóvenes mostrándose entusiasmados, mientras que los veteranos mostraban una expresión lúgubre, sabían lo que se aproximaba y, no estaban mentalmente preparados.

  --Recojan todo y, vámonos. --Ordenó el hombre a caballo.

El sonido de detonaciones y disparos eran ensordecedores, la tierra se levantaba y, el suelo vibraba, mientras que los cuerpos de los jóvenes caían inertes, con el beso de la Diosa de la muerte en sus frentes.

  --¡Por un México libre! --Gritó uno de los generales.

  --¡Por un México libre! --Repitieron los soldados.

  --¡¡Por la victoria!! --Gritó el general.

  --¡¡Por la victoria!!

Las decenas de soldados corrieron con su mosquete y bayoneta en mano, sus rostros mostraban lo determinados que estaban, no estaban dispuestos a ver su tierra manchada por las traicioneras manos de los invasores.

  --¡Vamos Gus! ¡Hay que matar a esos malditos gringos! --Gustavo sonrió y asintió.

El tiempo pasó y, el silencio se presentó en los alrededores, ya no se escuchaban detonaciones, ni disparos, solo el continuo ruido de la lluvia y, los gemidos de dolor de algunos soldados.

  --Héctor... Héctor --Dijo Gustavo en voz baja, su  uniforme estaba manchado en sangre, al igual que parte de su rostro. Al lado de él, se encontraba el cuerpo sin vida de su amigo, el cual había sido perforado varias veces por armas Estadounidenses--... responde, recuerda lo que prometimos... seríamos generales y, nuestra familia viviría bien... --Su mirada iba perdiendo vida. De repente, las sombras de unas personas cubrieron el cuerpo del cadete Gustavo Montes.

  --Here's another one.

  --Kill him. --Ordenó uno de los soldados Estadunidenses.

Gustavo levantó levemente la mirada y observó las siluetas de los soldados.

  --Pudranse malditos... --Dijo con odio.

Sin ningún aviso, la bayoneta del arma enemiga perforó su corazón, siendo asesinado al instante. Su mano se abrió y, liberó el relicario que antes había estado en su cuello.

  --No lo olvides... --Una voz antigua sonó repentinamente.

  --¡Eh! ¿No estoy muerto? --Gustavo levantó su torso de repente y, comenzó a respirar con rapidez. Se tocó su cuerpo extrañado y, se dio cuenta que no se encontraba herido, por lo que lo primero que se cruzó por su cabeza, era que todo lo que había experimentado en batalla había sido un sueño, pero rápidamente se dio cuenta que su uniforme de cadete poseía sangre, por lo que se sintió más confundido--. ¿Qué es lo que está pasando? --Se preguntó y, observó a sus alrededores, para su sorpresa, todo lo que veía era un frondoso bosque, pero uno completamente extraño, pues nunca en su vida había visto árboles con hojas moradas, ni rosas, además que los pájaros que sobre volaban el cielo, eran gigantes a comparación de los que él conocía.

El gruñido de una bestia llegó a los oídos del joven, por lo que su primer instinto fue levantarse y, al observar lo que estaba enfrente de él, casi se desmayó por la sorpresa. A unos diez pasos del joven, se encontraba un lobo de unos dos metros de alto, observándolo como si estuviera sonriendo. El lobo se abalanzó hacia el joven con las fauces abiertas, claramente tenía la intención de volverlo su comida. Gustavo levantó sus manos para protegerse, apuntando su palma al lobo, de repente y por absurdo que pareciera, una gigantesca bola de fuego emergió de su palma, dirigiéndose con rapidez hacia el lobo, al instante lo envolvió y lo convirtió en cenizas.

  --¡Eh! --Miró su palma confundido--. ¿Qué es lo que ha pasado?


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章節 2: Un nuevo mundo

  Respiró y trató de tranquilizarse, llevó su mano a su pecho y, al sentir que algo le faltaba, su corazón comenzó a latir con rapidez.

  --¡No puede ser! --Dijo preocupado. Se tiró al suelo y con sus manos comenzó a palpar la tierra, su rostro mostraba desesperación y nerviosismo, parecía que lo que había perdido era muy importante, por fortuna, su dedos lograron tocar algo muy parecido a lo que él buscaba, por lo que rápidamente lo agarró, llevándolo a él con calma y una sonrisa, era el relicario de plata, el cual brillaba al recibir la luz del sol--. Gracias a Dios --Suspiró aliviado. Abrió el relicario y lo observó durante un buen tiempo--. No sé dónde estoy, pero te juro que volveré a tu lado.  --Dijo, apretando su relicario con fuerza, al verlo por última vez, se tranquilizó y, como si fuera algo vital para su supervivencia, lo llevó de vuelta al lugar donde pertenecía: su cuello.

Su mirada fue atrapada repentinamente por las cenizas en el suelo, había olvidado por completo los residuos del lobo gigante, pero al ver qué algo sobresalía entre el oscuro polvo negro, la curiosidad se apoderó de él, se acercó y miró una superficie curvilínea, la cual brillaba al recibir la luz del sol. Con un poco de duda acercó su mano, sacando de ahí aquel raro objeto, era un orbe rojo, del tamaño de un puño adulto.

  --Que extraña cosa --Dijo--. Bueno, talvez me ayude a saber que es este lugar. 

Se acomodó su ropa, aunque poseía una gran cantidad de sangre, la portaba con orgullo, era lo único que le quedaba de su patria, por lo que no iba a deshacerse de ella tan fácilmente.

El joven comenzó a caminar sin rumbo, no sabía dónde estaba, ni a dónde se dirigía, pero intuía algo y, eso era que solo moviéndose podía encontrar a alguien que le pudiera aclarar sus dudas. Una hora pasó y, todo lo que seguía viendo era naturaleza y, uno que otro animal no hostil, pasó otro corto periodo de tiempo y, para su sorpresa, logró llegar a una sendero de tierra y, aunque no había nadie transitando por allí, sabía que era el lugar indicado para encontrar personas. Comenzó a silbar despreocupado y, continuó caminando.

El sonido de un trote de caballos jalando algo lo despertó de su tranquilidad, por lo que rápidamente volteó hacia atrás y, con una sonrisa observó que una carreta techada, jalada por dos majestuosos corceles cafés se acercaba a él. Se puso de pie y esperó que pasará a su lado para detenerla. La carreta no tardó mucho en en acercarse y, el cochero, al ver las manchas de sangre en la ropa del joven, se sintió preocupado, pero no se detuvo.

  --¡Esperen! --Gritó Gustavo.

Un sonido dentro de la carreta techada se escuchó y, aunque el joven desconocía las palabras que fueron emitidas, no se preocupó, pues luego de que se escuchara aquella voz, la carreta se detuvo. Gustavo sonrió de manera complacida, acercándose a ella al instante siguiente.

  --Disculpen, estoy perdido y, solicito de ustedes para saber dónde me encuentro. --Dijo.

Las cortinas traseras de la carreta se abrieron y, de ahí, salió la cara de un hombre gordo, de expresión amable, pero de ojos calculadores. El hombre lo revisó de pies a cabeza y, sintió un ligero desagrado al ver la enorme cantidad de sangre en el atuendo del joven, pero también sus ojos revelaron sorpresa, pues nunca había visto ropas y zapatos tan extraños.

  --¿Qué es lo que deseas joven? --Preguntó el hombre gordo.

  --No sé dónde estoy y, quisiera saber si ustedes me pueden proporcionar esa información.

  --¿No sabes dónde estás? --Preguntó confundido. Gustavo negó con la cabeza--. Antes de contestarte, me gustaría saber ¿Quién te vendió aquellas ropas? ¿Y por qué estás cubierto en sangre? --Gustavo dudó por un momento en contestar, pero sabía que podían desconfiar de él si ocultaba esa información, por lo que asintió y dijo.

  --Mi ropa fue dada por mis superiores en la escuela militar y --Guardó momentáneamente silencio, no queriendo revelar lo que había pasado en la guerra contra los estadounidenses, pues ni el mismo sabía que era lo que había pasado--... la sangre pertenece a un lobo gigante, el cual maté hace poco.

El hombre gordo se sorprendió al escuchar las primeras palabras, pero al escuchar las siguientes oraciones, casi se cae de su carreta, pues los únicos lobos gigantes de los alrededores que él conocía, eran temibles y, solo magos después del quinto círculo, o soldados después de la cuarta clase podían acabar con ellos, por lo que dudaba que aquel joven hubiera dicho la verdad. Al ser sentir aquella mirada de sospecha, Gustavo abrió su palma y liberó un orbe rojo, lo que hizo que el hombre gordo desechara sus sospechas, pero eso hizo que una pequeña reticencia apareciera en su corazón.

  --Una pregunta más, señor.

  --¿Señor? --Gustavo se sintió incómodo al recibir aquel título, pues sentía que no había hecho nada que mereciera un honorífico.

  --¿De dónde es su procedencia? --Preguntó con cautela, tenía información que en el Norte, en la frontera con su reino, la guerra había estallado, por lo que sentía que si el hombre enfrente suyo era un enemigo, rápidamente ocuparía un pergamino de teletransportación para escapar.

  --Mi tierra natal son los Estados Unidos Mexicanos, nombrada por algunos: república Mexicana. --Dijo con orgullo.

  --¿Mexi qué? --Preguntó confundido, era claro que no conocía ese reino.

  --México ¿No lo conoces? --El hombre gordo negó con la cabeza. Gustavo se quedó confundido, el español del hombre era perfecto, su acento se parecía mucho al de él, por lo que pensaba que era residente de algún país americano--. Hmm ¿Cómo se llama este lugar? --Dijo, al no saber que más decir.

  --Ahora mismo estamos en el territorio de la ciudad Agucris, una de las ciudades pertenecientes al gran reino Atguila, señor. --Gustavo se detuvo un momento, de echo colocó la misma expresión que el hombre gordo cuando le dijo su lugar de procedencia, pero para no parecer sospechoso, asintió.

  --¿Y está cerca la ciudad? --Preguntó, esperanzado de poder encontrar un lugar donde recabar más información. El hombre gordo lo miró, sospechaba un poco del joven, pero por su actitud, se había dado cuenta que no era hostil, ni arrogante, por lo que se sintió algo aliviado.

  --Sí --Guardó silencio por un momento, como si estuviera meditando--... En realidad, mi hija y yo, nos dirigimos a la ciudad ¿No sé si quieras acompañarnos?

  --Me encantaría, es solo que no poseo riqueza para poder pagarle. --Dijo Gustavo con honestidad.

  --No te preocupes por eso, amigo mío, si te sientes incómodo de aceptar mi favor, podemos llegar a un acuerdo.

  --¿Cuál?

  --Te compraré el orbe de bestia y, te descontaré de ahí el costo del viaje ¿Qué opinas?

  --Bueno. --Dijo Gustavo, en realidad no sabía cuánto valía el orbe y no le interesaba saberlo, solo quería llegar a un lugar donde pudiera conseguir información para poder llegar nuevamente a su hogar.

  --Entonces ven, entra por favor. Gustavo asintió y se dispuso a entrar a la carreta.


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