—Suena tentador —comentó ella sarcásticamente, y él levantó una ceja hacia ella.
—¿De qué se trata? —preguntó sobre los términos del contrato, declaró.
—Como dije, tienes una elección. Tú estableces las reglas, yo establezco los términos —explicó él, y ella asintió, ya le gustaba la idea del contrato. Si ella podía establecer las reglas, entonces la libertad podría ser suya.
—Vale, ¿cuándo empezamos?
—Ahora.
Después de todo el problema, Damien la llevó a su sala de estudio, con la excusa de teclear el contrato en su computadora, pero deseaba tocarla. Habían pasado días y anhelaba sentir su contacto de nuevo.
—Hay otras habitaciones con computadoras —como si le recordara que no estaba segura de por qué tenían que estar aquí, señaló.
—¿Como mi habitación? —dijo él juguetonamente, guiñándole un ojo, casi haciendo que ella pusiera los ojos en blanco por su comentario.