Vuelvo a la cabaña para llamar a las chicas. Como suponía, me veo obligado a explicarlo todo. Mientras me tienen atado y se van turnando en cabalgarme. Shun hasta me pide perdón.
–Solo bésame– la exhorto, a lo que obedece con pasión.
–Nos está costando educarla– se lamenta Song, bromeando.
–Lo consientes demasiado– la critica Shi.
El problema no está en que sea tímida. U obediente. Ni que esté acostumbrada a ser una esclava. Su devoción se debe a que puede estar con su hija. Amamantarla. Verla crecer. Que sabe que ya no tiene nada que temer. Que está entre amigas. Además, el sexo la ayuda a ella. Por tanto, también a su hija. Sin contar que lo disfruta.
Bien, no voy a ser yo quien la intente disuadir. Aunque estoy seguro de que las chicas conseguirán que sea más agresiva. Al final, solo es un juego sexual. Nos divertimos todos.
Voy luego a copiar unas hojas. Cuando salgo, me encuentro a alguien esperándome. Es el hermano de Zhi Mu. Ha ido rápido. Suspiro. Aquí no puede hacerme nada.
–Tú. Eres Kong, ¿verdad?– se interpone en mi camino.
–¿Qué quieres? ¿Darme las gracias por no matar a tu hermano?
Él se me queda mirando sin saber qué decir por un momento. No sé si es la mejor forma de responder, pero su cara hace que valga la pena. Las chicas lo han sugerido. Que contra gente como él, lo mejor ser agresivo. No sé si va mucho conmigo. Quizás por eso me han hecho practicarlo varias veces. No se podían aguantar la risa.
–Tú… ¿Cómo te atreves…?– balbucea un tanto desconcertado.
–Mira, sé que tu cultivación es más alta. Pero también la de tu hermano es más baja. Si no quieres tener que hacerle de niñera todos los días, o que no pueda salir de la secta sin protección, mejor no seáis mis enemigos. Ni que haya una segunda vez. Para mí, está acabado. Si me provocáis o intentáis algo, tu hermano lo sufrirá. Piénsalo.
Me voy sin darle opción a reaccionar. Sin que sepa cómo responder. Si lo hace, el calor del momento podría causar una situación peligrosa. Mejor dejarle que se lo piense con calma. Así que desaparezco antes de que pueda reaccionar. Me meto en la cocina y salgo por un lateral para asegurarme de que lo despisto. Ventajas de haber sido esclavo.
Si todo va bien, no me crearán problemas. Me mirarán mal si los encuentro, pero nada serio. Si no, puede que intenten matarme. Confío en los esclavos para obtener información a tiempo. Espero. Por si acaso, tendré que ir con cuidado cuando salga. Bueno, ya tenía que hacerlo.
—————
Me pierdo en los enormes pechos de Ai. Succionándolos mientras ella gime. Mientras mis dedos exploran la húmeda caverna de su entrepierna. Mientras ella hace amago de protestar.
–¡AAaaah! ¡Siempre jugando con mis pechos! ¡¡AAAaaaaaahhhhHH!!
Hoy ha venido ella. Me ha traído algo de información. Ciertamente interesante. Aún están vigilando a Zhi Mu, sus amigos y su hermano. Han pasado un par de días desde entonces. No hay muchas novedades al respecto. Excepto una. Todo parece indicar que el acoso fue instigado por Chun Hua.
En la etapa cinco de Génesis, es la estudiante de la que me hablaron Lang y Liu. La que les tiene manía. Y Zhi Mu es uno de sus pretendientes. No sé si debería decírselo a ellas.
Al parecer, le gusta rodearse de aduladores. A diferencia de Liu y Lang, ella no se acuesta con ellos. Los utiliza. Los manipula. Ellas en cambio son mucho más honestas. Solo buscaban sexo. Aunque hay quien opina lo contrario. Que son impuras por ello. Las prefiero a ellas mil veces. Sinceramente, no veo que hay de malo en querer sexo. Sí que lo veo en engañar y manipular.
Supongo que tendré que hablar con ellas. Me da un poco de miedo como puedan reaccionar. Son muy directas. Igual la querrán confrontar. Eso no sería buena idea. Pero se merecen saberlo. Espero poder convencerlas de que no hagan nada. Por ahora, necesito vigilar a los dos hermanos.
Bueno, ya pensaré luego en ello. Tengo otros asuntos entre manos en estos momentos. Y en la boca. Dejo de succionar su pezón. Se oye un plop al hacerlo. Mis labios bajan por su piel. Se detienen en su ombligo. Me gusta juguetear con las pecas que tiene allí.
Sigo bajando. Llego hasta su entrepierna. Al final de la abertura que puede encontrarse allí. Mis dedos la penetran. Mis labios van al inicio. En busca de la pequeña perla que se esconde.
Su cuerpo se arquea cuando la encuentro. Cuando le añado qi. Cuando acelero mis dedos.
–Aaah… Es culpa tuya…– me saca la lengua traviesa.
Se ha corrido y me ha mojado la cara. La primera vez que pasó, estaba bastante avergonzada. Ahora, simplemente me echa la culpa. Y tiene razón. Aparte de eso, me está mirando con pasión. Esperando que continúe.
Me acuesto junto a ella. Ella bocarriba. Yo de lado. Su pierna levantada me deja espacio para penetrarla. Despacio. Es una posición un tanto lenta. Íntima. Mis labios tienen acceso a los suyos y a su cuello. Uno de mis brazos pasa por debajo de su cuello. Se extiende hacia el otro lado. Se detiene en su enorme pecho. Sobándolo.
Mi otra mano está ahora en su muslo. Acariciándolo. Aunque la puedo subir por su estómago. Incluso manosear su otro pecho. Pellizcarlo. Acariciarlo.
–¡¡Aaaaaahhh!! ¡Koooong!– gime mientras me la follo con suavidad.
Una de sus brazos está extendido sobre la cama. Quieto. El otro llega hasta mi cuello. Atrayéndome hacia ella. Dejando que saboree su cuello. Devolviéndome el beso con pasión cuando llego a sus labios.
Disfruto sin prisa de su interior. De su voluptuoso cuerpo. Quizás sus enormes y mullidos pechos eclipsan todo lo demás. Pero también disfruto de sus abundantes nalgas. De sus muslos firmes. De sus brazos musculosos. De sus dedos rugosos por el trabajo diario. De sus labios carnosos. De su húmeda lengua. De sus deliciosas orejas. De su precioso pelo rubio oscuro que se desliza entre mis dedos.
Tenemos sexo con dulzura. Sé que le gusta especialmente así. Un poco a todas las esclavas. Sentirse queridas. Aunque a veces quieren más intensidad.
Nos quedamos abrazados un rato cuando acabamos. Ella llena de mí. Dejándome recostarme en sus suaves pechos. Hablando. Dándome las gracias. No solo por el sexo. También por haberle hecho tragar otro trozo de píldora. Se supone que las ayuda con la cultivación. Aunque es mentira. Las ayudo con sexo. Pero es una buena excusa.
—————
Decido ir a ver a mis pervertidas. Debo contarles lo que sé. Aunque antes tengo que follarlas a todas. Puede que esas dos no me dejen ir. Es bastante probable. Quizás yo no me quiera ir tampoco.
A Ning la dejo dentro. Está castigada sin sexo. Tiene prohibido incluso masturbarse. Llevaba días escaqueándose. Ahora se está aplicando. No habrá sexo para ella hasta que domine la doble cúpula. Ha llorado y suplicado. Reconozco que me ha costado un poco ser duro con ella. Pero si no, seguirá igual. Espero que aprenda.
Cuando le toca el turno a Wan, la pongo a cuatro patas. Puedo ver su enorme culo mientras la penetro. Sus carnes vibrando sin parar.
–¿Cómo se siente?– le pregunto.
–¡¡¡Aaaaah!!! Es una sensación… rara… ¡¡AaaaaahhhHH!!
–¿Te gusta?
–Yo… ¡¡AaaaaaaahhHH!!
No acaba de responder. Mientras penetro su vagina, he lubricado su ano. Lo estoy penetrando con un dedo. La castigada Ning tiene la culpa. Le ha hablado demasiado entusiasta de la penetración anal. Mi alquimista tenía curiosidad. Aunque le ha costado pedirlo. Llevaba varios días queriendo decirlo. Sabía que algo tenía en mente, pero no qué. He tenido que presionarla para que confesara.
Se queda tumbada bocabajo después de un primer orgasmo. Su cuerpo aún sufre algunos espasmos. Espero a que recupere la respiración. A que se decida. Mientras dos dedos juguetean con su agujero anal.
–Ház… Házmelo– pide finalmente casi en un susurro.
Estoy tentado de molestarla un poco. De decir que no la he oído bien. O que no la he entendido. Pero ya le ha costado suficiente.
Le hago abrir las piernas. Cojo sus nalgas y las separo. Coloco mi miembro frente a su ano. Aún está un poco abierto de mis dedos. Presiono contra él. Está terriblemente apretado.
–¡Aaah! ¡Espera! ¡Es muy grande!– entra en pánico cuando apenas he metido la punta.
–¿Ahora quieres echarte atrás?– le pregunto.
Estoy tentado de simplemente penetrarla hasta el fondo. Obligarla a que su culo acepte todo mi miembro. Pero no puedo hacerlo. No a Wan. Entre otras cosas, porque las chicas se enfadarían conmigo. Además de que no se lo merece. Es su decisión. Y me gusta consentirla.
–Sigue…– susurra con timidez tras unos segundos de silencio –. ¡MMmmmmmmmm!
Está mordiendo la almohada mientras entro en su ano más y más profundamente. No creo que le duela. Está lubricado. Aunque muy apretado. El qi debería encargarse del resto.
Poco a poco, llego hasta el fondo. Hasta que mi cuerpo colisiona con sus nalgas. A las que agarro con lujuria y algo de qi. Masajeándolas. Las encuentro muy sensuales.
Ahoga sus gemidos cuando empiezo a salir. Cuando vuelvo a entrar. Cada vez más intenso. Disfruto de desvirgar este agujero. De su timidez. De su lujuria. No puede evitar levantar la cabeza y gemir sin control.
–¡¡AAaaaaaahhhhHhh!! ¡Me vas a romper el culo! ¡¡Aaaaaaahhh!! ¡¡¡Más!!! ¡¡¡¡HHHHAAAAAAAaaaHHHHH!!!!
Si pide más, le daré más. Me traigo un consolador. Para su sorpresa, penetro su vagina con él. Empiezo a bombear sus dos agujeros a la vez.
–¡¡¡¡¡¡HHHHAAAAAAAAAHHHH!!!!!! ¡Tan llena…! ¡Destrózame! ¡No pares!
Parece que su pasión se ha desatado. Así que aumento aún más la intensidad. Violo su culo con fuerza. Muevo el consolador sincronizado, aunque al revés. Cuando salgo de su culo entro en su vagina. Y al revés.
Ella está inerte en la cama. Gimiendo. Dejándose follar. Disfrutando de su nueva experiencia. Espero que no se vuelva adicta como Ning. Bueno, tampoco sería un grave problema.
Me gusta como las ondas se propagan por su culo en cada embestida. Como su pelo negro cae mojado sobre la cama. Como sus abundantes carnes están rendidas a mí.
–Aaaaaahh. Está caliente… Dentro de mi culo…– susurra sin fuerzas cuando la lleno.
Está agotada después de cinco orgasmos. De ser usada, por propia voluntad. La beso en la mejilla. Ella sonríe, satisfecha, tímida, roja. Creo que ahora empieza a ser consciente de lo pervertida que ha sido. Aunque está demasiado cansada para decir nada más. La devuelvo a su cama. No se mueve. Creo que se ha dormido tal y como ha llegado. Con su culo repleto de mi semen.
—————
–¡Maldita zorra!– se enfada Bei Liu cuando le cuento lo que sé sobre Chun Hua.
–¡Mañana verá!– amenaza Bi Lang.
Me lo temía. Son demasiado directas. Me cuesta bastante persuadirlas de que no es una buena idea. Con muchas caricias y besos. Al final ceden. Aunque no quieran reconocerlo, saben que tengo razón. Ella simplemente lo negaría. Y podría actuar de forma más agresiva. Incluso podría volver las acusaciones contra ellas. Acusándolas de difamarla. Haciéndose la víctima. Sin mover un dedo, algunos de sus pretendientes acabarían actuando.
Eso sí, no me sale gratis. Me hacen follarlas toda la noche. Bueno, al menos lo que son capaces de aguantar. También me hacen prometer que iré a la siguiente "reunión de lucha" en unos días. La misma que organizaron la otra vez. Con los dos grupos, el de chicas y el de chicos. Para que hagan los combates obligatorios que les falten. Iba a ir igualmente. Y nunca me hubiera negado si ellas me lo pedían.
Han dicho que me sorprenderé. No sé por qué. Tampoco han querido aclararlo. Solo se reían. Parecían emocionadas. Incluso orgullosas. A saber…
Por supuesto, a la mañana siguiente están dormidas. Las despierto mientras penetro una vagina con cada mano. Ellas se quedan acostadas. Sumisas. Disfrutando de un erótico despertar.
Tras el primer orgasmo, se rebelan. Me hacen una felación entre las dos. Luego Liu me cabalga. Mientras Lang juego con mis pezones, mi cuello, mis labios. Y yo con una mano en cada uno de sus culos.
A Lang la follo a cuatro patas. Con Liu a mi lado. Apoyada a mí. Aún algo cansada. Besándome. Dejándose manosear sus nalgas. Como su amiga.
–Es culpa tuya– me acusa Liu mientras se vuelve a acostar.
–Toda tuya– la apoya su amiga.
–Perezosas– las reprendo.
Ellas me sacan la lengua. Se ponen de lado. Mirándose la una a la otra. Cogiéndose las manos. Cerrando los ojos. Desnudas. Son adorables y eróticas. Un encanto. No sé como ayudarlas contra Chun Hua. Haré todo lo que pueda.
Vuelvo a la cabaña después de dejar a mis dos pervertidas durmiendo. Las chicas se lanzan sobre mí cuando las llamo. Acabamos todos en el suelo.
–Ja, ja, no aguanta nada– se burla Song.
–Es un blandengue– la apoya Yi.
Las dos suelen aliarse contra mí. Las otras también, aunque no tanto. Por ahora, ríen. Liang y Shi me besan una en cada mejilla. Con suavidad. Con cariño. Yu y Lang me cogen de la mano. Shun nos mira, sin saber muy bien qué hacer. Wan se ha sentado en la cama y también nos mira con curiosidad.
–¡Eh! ¡No os adelantéis! ¡Me toca primero!– protesta Song.
Todas se ríen de nuevo. Yi la empuja. Shi y Liang se había medio levantado. Le hacen la trabanqueta. Cae en mis brazos.
–Toda tuya– ríe Liang.
–¡Traido…! Mmmmmm– las acusa Song, antes de ser acallada por un beso.
No se resiste. Ninguna lo hace esta mañana. Apasionadas. A pesar de que unas cuantas ya no pueden mejorar su cultivación, ninguna ha querido dejar de tener sexo. Me violaron salvajemente cuando insinué la posibilidad. ¿Quizás debería insinuarlo de nuevo? Fue excitante.
Por ahora, me concentro en los labios, pechos, culo, muslos y vagina de Song. Luego en Yu. Liang, Wan, Shi, Yi, Shun y Lang vienen después. Son todas deliciosas. No pararía de follarlas todo el día. Pero me obligan a contenerme.
—————
Hoy he copiado tres hojas más. Me quedo mirando una de ellas. Lo he visto cientos de veces, pero me sigue pareciendo increíble. Y más por haberlo hecho yo, aunque sea copiando.
La imagen de un hombre está en la página. Se mueve cuando aplicas qi. Siguiendo las invisibles e intrincadas líneas de qi que he trazado alrededor del dibujo. De hecho, no hay un solo dibujo. Hay cinco. Cada uno en una posición. Solo se ve uno. La transición de uno al otro muestra una parte de la técnica. Las líneas de qi moderan, entre otras cosas, la velocidad. También muestran la cantidad de qi. O cómo y dónde aplicarlo.
Es una obra de arte, aunque está mal que lo diga. Claro que solo lo he copiado. No acabo de entender cómo funciona. Sería imposible para mí escribir una técnica desde cero. Aunque la conozca y domine. Quizás algún día sea capaz.
Vuelvo a mi cabaña. No tengo nada que hacer hoy. Excepto practicar. Tendría que encontrar una muy buena excusa para librarme. La última vez me amenazaron con atarme. Sé que lo hacen porque se preocupan por mí. Son adorables. Y, tengo que reconocer que, gracias a sus "ánimos", he mejorado mucho.
La técnica de Yin Yang la domino bastante bien. Y he avanzado más que ellas. Claro que tengo más Yin a mi servicio. Ellas solo tienen el suyo. Yo el de todas las que no practican la técnica. Ahora que empiezo a poder aprovechar más Yang, tengo ventaja.
Unida a Armadura interior, debería acabar teniendo un cuerpo muy resistente. Ahora, "Armadura" ya puedo recubrirme todo el cuerpo, todos los órganos internos. Endurece los músculos alrededor. Estoy empezando a practicar con endurecer los propios órganos.
Antes de llegar, veo que hay alguien. Oh. ¿Está otra vez aquí esperando? Es la esclava que me dio el mensaje de Sai. No sé cuál es su nombre.
Tiene el cabello verde claro, similar a Meixiu. Lo lleva atado con una sencilla cola. Le llega un poco por debajo de los hombros. De hecho, se parecen un poco las dos. Sus ojos son verde intenso. Su nariz ligeramente prominente. Su rostro algo alargado. Su culo más bien discreto. Igual que sus pechos. Quizás como los de Shi.
–¡Hola! ¿Otra vez por aquí?– la saludo.
Ella se vuelve de golpe. Creo que la he asustado. Me mira sorprendida. Ligeramente roja
–Estudiante Kong, tengo un mensaje para usted– me entrega la carta educadamente.
Se ha repuesto rápido. Esta vez no se va. Puedo sentir que me está observando mientras la leo. La otra vez no me miraba tanto. Es de Dandan:
"¡Hola Kong! ¡An y yo estamos listas! Puedes venir cuando quieras a por cualquiera de las dos. Bueno, también a por las dos a la vez, je, je. ¡Era broma! Estaría bien, pero sería demasiado. ¿O no? No nos hagas esperar mucho. ¡Sai nos ha dado mucha envidia! ¡Te echamos de menos!"
No puedo evitar sonreír al leerla. Me imagino su cara diciéndolo. Hay una segunda carta. Es curioso. Había espacio suficiente en la anterior.
"Se llama Jiao. La que te ha traído la carta. Es guapa, ¿verdad? Sabes, en la sección ilusoria tratan bien a los esclavos. Entre otras cosas, no tienen que acostarse con nadie. Pueden si quieren, pero Jiao nunca lo ha hecho. Antes de venir aquí, lo pasó mal. Como todas. Hasta ahora, no había mostrado interés en nadie. Hasta ahora. Le hemos hablado mucho de ti. Cuando te conoció, le diste una buena impresión. Le gustas, pero es un poco tímida. Y está interesada en el sexo de verdad. En un sexo que no es tan cruel como lo que ha tenido hasta ahora. Si puedes, trátala bien, ¿vale? Es una buena amiga. Le he dicho que esperara a que respondieras la carta."
Suspiro. No sé muy bien qué hacer. Con las otras esclavas era fácil. Las conocía. Y preguntarles si querían sexo no era violento. Simplemente, podían decir que no y no pasaba nada. Con las pervertidas, fueron ellas las que casi me violaron la primera vez. Con Fen Huan, fueron sus amigas la que la trajeron.
Realmente, no sé como abordarla. Aunque me lo hayan pedido. La miro. Me encuentro con sus ojos verdes. Los aparta con timidez. Se sonroja ligeramente. La verdad es que es mona.
–Jiao, ¿verdad?– le pregunto.
–¡Eh! Sí… ¿Cómo lo sabes?– me pregunta un tanto sorprendida.
Suspiro y le doy la segunda carta. No sé si es la mejor idea. Pero es cuanto se me ocurre.
Ella se pone más y más roja cuando la va leyendo. Levanta la mirada, pero inmediatamente la devuelve a la carta. Aún más avergonzada. ¿Quizás no debería mirarla? Estira el brazo y me la devuelve. Mirando al suelo. Roja.
–¿Quieres pasar?– le pregunto.
Ella levanta la cabeza y me mira con los ojos muy abiertos. No tarda en volver a mirar al suelo. Asiente con la cabeza.
Abro la protección y la puerta. La invito y entra. Se queda de pie, mirando alrededor, sin saber qué hacer. Me siento en la cama. Le indico que se siente a mi lado. Se acerca no muy convencida. Se sienta sin mirarme. Roja aún.
–No te tienes que sentir obligada a nada. Si quieres hablar, me está bien. Tengo curiosidad por saber cómo os va a todas allí. Si lo prefieres, podemos empezar con un beso. No tengas prisa. Podemos seguir otro día– la intento tranquilizar.
–Normalmente, no podemos salir con tanta libertad– dice en un susurro, como si se hablara a sí misma.
Me la quedo mirando. No sé muy bien qué decir. Pongo mi mano sobre la suya. Intento ser amable. Ella se pone rígida. ¿No ha sido una buena idea?
–Lo siento, no quería molestarte– me disculpo.
–¡No es eso! ¡Solo me ha sorprendido!– exclama en pánico.
Sonrío y vuelvo a poner la mano sobre la suya. Se sonroja. Vuelve a bajar la cabeza.
–¿Pro… Probamos con un beso?– me pide en otro susurro.
Sonrió. Pongo un dedo en su barbilla. La hago mirarme. Me acerco a ella. Tiembla. Nuestros labios se juntan por un instante. Ella se separa enseguida. Vuelve a apartar la mirada. Se pone un dedo en los labios.
–Ja, ja. No voy a morderte.
No puedo evitar reírme. Ella me mira con timidez. Infla un poco sus mejillas. Es adorablemente seductora.
–Lo siento… Yo…– quiere disculparse.
–Está bien. ¿Quieres probar otra vez? Quizás es muy pronto para hacerlo con lengua.
–Con lengua… An dice que… ¿Cómo se hace?– mi mira con curiosidad.
–Como ahora, pero más rato. Abres un poco la boca para dejar pasar a mi lengua. O llevas la tuya a la mía. Buscas entonces mi lengua y yo la tuya. Dejas que se toquen. Que se acaricien. Que jueguen. Solo hay que explorar, sin reglas– intento explicar.
Se muerde el labio, como luchando consigo misma. Luego me mira. Se le nota el esfuerzo de no apartar la mirada.
–Probemos con… lengua– me pide.
Vuelvo a acercar mis labios a los suyos. Pongo una mano en su costado. Se tensa un poco. Aunque dudando, ella acerca los suyos. Abre un poco la boca, pero muy poco. Así que fuerzo mi lengua a entrar, abriéndola más.
Puedo notar que se tensa. Aunque no se aparta. Tímidamente, me busca con su lengua. Yo la acepto y juego con ella. Añado una pizca de qi. Al mismo tiempo que mi mano llega a su espalda. Poco a poco. La otra, estaba en su mejilla. Ahora acaricia el cabello en su nuca. Con mucha suavidad. Ambas con un muy ligero qi. Es agradable acariciarla.
Me separo de ella al poco. Muy despacio. Ella se me queda mirando. Hay algo más de intensidad. Quizás también sorpresa.
–¿Seguimos un poco más?– le pregunto.
Ella asiente. Incluso toma la iniciativa de acercarse. Con torpeza. Mueve una mano a mi espalda. Otra a mi nuca. Copiándome.
Esta vez estamos más rato. Con más pasión. Con más qi. La empujo contra la cama mientras nos besamos. Gentilmente. Poco a poco. Cuando nos separamos, me la quedo mirando. Ella respira más aceleradamente. Puedo notar que su corazón late más rápido. Sus ojos me miran. Pidiéndome más.
Me inclino sobre ella. Vuelvo a besarla. Poco a poco, mi cuerpo aprieta el suyo. Una de mis manos ha vuelto a su costado. Se mueve poco a poco a su estómago. Luego sube. Despacio. Dejando que ella sepa hacia donde va.
Cuando llega a su pecho, ya lo esperaba. Su corazón está desbocado. Acaricio su pecho sobre su ropa. Aprieto un poco su pezón, aunque me cuesta encontrarlo. Añado más y más qi. La llevo a un pequeño orgasmo.
Cuando nos separamos, llevo mis manos a sus muslos. Hasta la parte inferior de su túnica. La levanto poco a poco. Sin dejar de mirarla. Ella se deja hacer. Roja. Su pecho sube y baja.
No tardo en descubrir su cuerpo desnudo. A diferencia de otras esclavas, lleva sostén. Es sencillo. Supongo que funcional.
Saco la túnica por su cabeza. Pero la dejo allí. Con sus brazos atrapados. Me inclino a besarla. Sin que ella pueda defenderse. Medio minuto más tarde, su lengua me acompaña cuando me alejo, cuando me separo.
Acabo de sacar la túnica. Bajo mis manos por sus brazos. Acariciándolos. Por su costado. Hasta llegar a sus caderas. Allí sujeto sus bragas. La miro. Ella asiente. Nerviosa. Roja. Expectante.
Las deslizo por sus piernas. Poco a poco. Asegurándome de rozar sus muslos. De añadir algo de qi. Ella ahoga un gemido.
Cuando las saco, beso sus tobillos. Subo poco a poco por el interior de sus piernas. De sus rodillas. De sus muslos. Lo hago despacio. Besándola. Dejándola que ella decida separar sus piernas. Mostrarme la seductora ranura que esconden. A la que me acerco. También la beso. Con la lengua la abro un poco. Acercándome a su inicio. A su clítoris.
No puede seguir ahogando sus gemidos cuando mis labios se apoderan de él. Cuando añado qi. Mientras mis dedos abren el resto de la ranura. Buscando el agujero que se esconde al otro lado. Que ya se está humedeciendo. Que empiezan a inspeccionar.
Ella respira cada vez más fuerte. Sus gemidos suena casi desesperados. Mientras va llegando al orgasmo. Entonces, toda ella se tensa. Convulsiona varias veces. Al principio cada vez más fuerte. Luego se va ralentizando. Dejándole recuperar la respiración.
–¿Cómo estás?– le pregunto.
–Aaaah… Ha… ha sido increíble. Aah.
–¿Quieres continuar?
Ella mira su entrepierna. Mi miembro está acariciando su entrada. Amenazante. Ella traga saliva.
–¿No dolerá?– duda.
–Todo lo contrario– aseguro.
Entre reluctante y expectante, asiente.
–¡Aaaah!– gime cuando introduzco la punta y un poco de qi.
Se tensa. Espero a que se relaje. Entonces salgo y vuelvo a entrar. Un poco más profundo. Y un poco más. Despacio. Dejando que se acostumbre. Voy llenando toda su extensión. A la vez que masajeo sus muslos. Que la miro. Que ella me mira.
Continuo entrando y saliendo de ella. Subo poco a poco la velocidad. Poco a poco el qi. Ella no se mueve. Solo me mira. Gime. Sumisa. Dejándome toda la iniciativa. Llegando de nuevo al orgasmo
Entonces le hago abrir más las piernas. Me inclino sobre ella. La beso. Le quito el sostén. Acaricio sus modestos pechos. Y vuelvo a moverme dentro de ella. Despacio. Íntimo. Sin dejar de besarla. Excitándola una vez más. Llevándola de nuevo al límite. Llenándola de mí.
Mientras se recupera, me acuesto a su lado. Acaricio su pelo. La miro. Le sonrío.
Ella se vuelve hacia mí. Me sonríe. Es resplandeciente.
–Gracias– me dice.
–No me des las gracias. Hemos disfrutado los dos. Es un placer hacerlo con una preciosidad como tú.
Ella se sonroja. Vuelve a apartar la mirada. Le beso el pelo. La mejilla. Hasta que me deja de nuevo acceder a sus labios.
Estoy un rato acariciándola. Mimándola. Hasta que finalmente se tiene que ir.
Cuando está a punto de marcharse, se vuelve. Me besa. Se muerde el labio. Seductora. Me mira. Sonríe.
–Adiós. Ha sido maravilloso– se despide.
–Lo mismo digo. Vuelve cuando quieras.
La veo irse. Es preciosa. Supongo que me valdrá como excusa para no haber estado practicando. Además, he obtenido algo más de Yin. Y una chica adorable.