Natalie regresó al jardín, volviendo hacia Justin. En el camino, vio a Briena e Irene, quienes llevaban sonrisas burlonas. Las ignoró, pero una sensación de inquietud permanecía, como si sus expresiones intentaran decirle algo.
Cuando llegó a su mesa, Justin no estaba por ninguna parte. Miró alrededor, escaneando la multitud, pero él no aparecía por ningún lado. Finalmente, se acercó a su abuelo, que estaba charlando con sus amigos.
—Abuelo, no veo a Aiden en ninguna parte —dijo Natalie, intentando ocultar su preocupación creciente.
Alberto se rió y se volvió hacia sus amigos. —¡Mira su cara! Está tan preocupada porque su esposo esté fuera de vista por siquiera un momento.
Eldric se rió, observando la expresión ansiosa de Natalie. —Es un hombre muy guapo. Puedo entender por qué estaría preocupada de que otra mujer intentase llevárselo.
Alberto sonrió, bromeando. —Ah, eso no ocurrirá. Él solo tiene ojos para mi nieta. Para él, ninguna otra mujer existe. ¿Verdad, Nat?