—Lhars, ¿qué—? —ella comenzó a nadar hacia él y entonces él sí entró en pánico. ¡No podía dejar que ella lo tocara o descubriría exactamente cómo su cuerpo respondía a ella!
—Hablé con Zev —soltó de golpe, luego su corazón se hundió al ver sus ojos iluminarse por un momento antes de que la llama en ellos se desvaneciera.
Estúpido, estúpido, estúpido macho. ¿Cuándo iba a aprender a creer que su rostro nunca se iluminaría de esa manera por él?
—¿Oh? —preguntó ella con cuidado—. ¿Sobre qué?
—Nosotros... nos reconciliamos, supongo que podrías decir —dijo Lhars—. Creo... creo que hemos hecho las paces. Creo que me dejará ayudarlo ahora.
Kyelle brilló.
—¡Lhars, eso es maravilloso! ¿Por qué parecías tan serio?
Se encogió de hombros incómodo.
Kyelle soltó una pequeña risa.
—Bueno, creo que esa es una noticia maravillosa. Y como sabes, nosotros tuvimos nuestra propia reconciliación, podrías decir. Así que sé lo difícil que es. Lo hiciste bien, Lhars. Gracias por no rendirte.