En un lugar oscuro...
Aster abrió los ojos lentamente, sintiendo cómo sus párpados pesaban como si hubieran sido sellados por la oscuridad misma. Al principio, no pudo distinguir nada; la negrura lo rodeaba por completo, envolviéndolo en un abismo frío y silencioso. Intentó moverse, pero sus músculos se sentían rígidos, casi ajenos. Finalmente, al bajar la vista, notó algo inquietante: su reflejo.
El suelo bajo sus pies era un espejo negro, profundo y brillante, pero no reflejaba la oscuridad a su alrededor. Solo a él. Cada detalle de su cuerpo desnudo, desde las líneas de sus manos hasta el caos de su cabello, estaba ahí, reflejado con una precisión perturbadora. Algo en ese reflejo parecía erróneo, aunque no podía precisar qué era.
"¿Dónde estoy?" murmuró, sintiendo cómo su propia voz parecía ser absorbida por el vacío.
Mientras sus pensamientos se arremolinaban, una voz surgió de la nada, resonando como un eco distante, pero omnipresente.
—Asterion... —La voz era profunda y calmada, pero cargada de una autoridad que hizo que Aster tensara los hombros.
"¿Quién...?" comenzó a preguntar, pero sus palabras se quedaron en el aire. Ante él, una pequeña esfera dorada apareció flotando, irradiando una luz cálida que cortaba la oscuridad.
—Mi nombre es Acheron.
Aster parpadeó, intentando procesar lo que veía. Una chispa de incredulidad cruzó su rostro, pero pronto recordó las palabras de alguien más. "A todos les gustan los nombres...", pensó, recordando su primera conversación con Naty.
—Hola —respondió con cautela, intentando sonar firme, aunque su voz tembló ligeramente.
Acheron parecía no notar su inseguridad.
—Asterion, felicidades por cruzar el Valle de la Paz. Ahora te encuentras en el Río del Inframundo, un lugar conectado al valle.
La mención del "Valle de la Paz" hizo que Aster frunciera el ceño.
—Espera, espera... —Lo interrumpió—. Naty dijo que iba a reencarnar después de doce horas...
La esfera pareció detenerse en el aire, su luz parpadeando ligeramente, como si estuviera procesando lo que había escuchado.
—¿Naty? —preguntó, su tono curioso pero neutral.
El corazón de Aster se detuvo por un segundo. Una sensación fría le recorrió la espalda.
—¿Qué dijiste?
—Pregunté quién es Naty.
Por un momento, Aster quiso gritarle, exigirle respuestas, pero en su lugar, desvió la mirada y susurró:
—Olvídalo... es alguien que conocía.
Hubo un silencio incómodo, roto finalmente por Acheron.
—Asterion, te ofrezco un trato.
Aster sintió cómo un nudo se formaba en su estómago.
—¿Un trato? —preguntó, tragando saliva.
—El poder de la vida y la muerte —respondió Acheron con una calma que lo hizo estremecerse—. Podrás reencarnar completamente o regresar al cuerpo donde habitabas antes de morir. Pero hay una condición...
—¿Condición? —Aster alzó una ceja, sintiendo una mezcla de curiosidad y desconfianza.
—Debes matar a alguien.
Aster dio un paso atrás instintivamente, como si la esfera pudiera alcanzarlo.
—¿Matar a alguien? —repitió, incrédulo—. Lo siento, pero no creo que sea capaz de hacer algo así.
Acheron no se inmutó.
—Escucha, Asterion. Esto no es una simple tarea. Quien debes matar es Brahman, una deidad.
El aire pareció volverse más pesado. Aster sintió cómo el pánico se apoderaba de su cuerpo. ¿Una deidad? ¿Cómo podía siquiera considerar algo tan absurdo?
—No puedo... No lo haré. Rechazo tu oferta —dijo finalmente, con una voz cargada de desesperación.
Acheron guardó silencio, pero su luz se intensificó.
—Lo siento, Asterion, pero no tienes opción.
Antes de que pudiera protestar, un destello dorado envolvió a Aster. Sintió una oleada de energía atravesarlo, una mezcla de calor y frío que lo hizo temblar.
—¡Espera! ¡¿Qué demonios estás haciendo?!
Pero Acheron no respondió. Todo se desvaneció en un instante.
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Al quedar solo, la esfera dorada comenzó a brillar intensamente. Su forma cambió lentamente hasta revelar a un hombre de cabello rizado, rojizo como el fuego, y una piel cálida, bronceada, que contrastaba con la oscuridad del lugar. Sus ojos, llenos de un brillo misterioso, miraban hacia donde Aster había desaparecido.
—Parece que se encontró con Naty... —murmuró, sus palabras llenas de un enigma que quedó suspendido en el aire.
Si alguien le esto. Ten un lindo día